En un artículo anterior comentamos que la industria moderna ha demostrado una   reducción general paulatina de la siniestralidad en relación con los incendios debido a la tecnología de fabricación, más segura, y a las crecientes medidas de seguridad para los operarios.

Estas conclusiones no son aplicables a todas las instalaciones industriales  por igual. Hay ciertas actividades que sufren incendios más frecuentes y de mayor intensidad, ya sea por el creciente uso de aislaciones térmicas (paneles sándwich) o por la  mayor carga de fuego en almacenes y el empleo intensivo de productos y embalajes biodegradables.

Pero además del factor tecnológico (denominado   factor duro  o hardware),    los ingenieros de riesgos han identificado otros factores “blandos” (factores humanos y directivos) que influyen en el aumento de la siniestralidad. Las empresas están a menudo marcadas por una   cultura técnica muy fuerte, y rara vez disponen de las competencias internas suficientes para hacer frente a “sistemas complejos”, integrados por hombres y sistemas de información.

El objetivo del presente artículo es comentar los aspectos directivos y humanos, cuya identificación reviste cada vez más importancia en la suscripción de riesgos industriales.  

Los operarios críticos

Las empresas han automatizado los procesos y han reducido paulatinamente su plantilla. Sin  embargo, el resultado ha sido que pocas personas han quedado a cargo de operaciones complejas; son estos operadores quienes deben tomar decisiones críticas cuando las condiciones del entorno (como la imprevista ruptura de un sensor) impiden que el sistema funcione en forma totalmente automática. Gran parte de la   inspección del riesgo  debe ser dirigida a comprender el entorno en el cual  estos operadores cumplen su función.

El primer cometido del ingeniero  de riesgos es identificar los “puestos críticos”, en los cuales un error humano, traducido en una “decisión incorrecta”, puede desencadenar un accidente grave. Las empresas deben contar con un listado del personal crítico (por ejemplo, el operador del  panel de control de un reactor), una ficha con los conocimientos mínimos requeridos para el puesto, un listado de situaciones intolerables para su desempeño (por ejemplo, falta de descanso o baja calificación en los exámenes anuales), un examen psicotécnico y un seguimiento de la salud mental y física a lo largo  de la historia laboral del operario.

Los responsables de  industrias peligrosas (como la petroquímica) son conscientes de su complejidad y saben que un accidente mayor provocado por un error humano siempre es posible; en estas empresas, las hipótesis y procesos en los que se funda la seguridad son (y deben ser) periódicamente reexaminados (en las industrias de procesos, esto se  denomina proceso HAZOP). En este minucioso examen  tienen que participar los operadores, el área de ingeniería (o diseño) y también el área de seguridad industrial.

Las personas críticas tienen que contar con un ámbito para manifestar sus inquietudes respecto de la seguridad, y estas manifestaciones deben quedar registradas para que puedan ser consultadas por la alta dirección. En muchas ocasiones,  los jefes (e incluso los compañeros) esconden estas manifestaciones y no dejan que estas inquietudes se estudien.

Lo ocurrido en el vuelo 9525 de Germanwings  (marzo de 2015) es una muestra de la falta de este sistema de elevación de inquietudes. La empresa contaba con un avión Airbus A320-211 supermoderno, con turbinas “monitoreadas on line” por el fabricante; pero estas barreras no impidieron que un piloto “fuera de sí” se encerrara en la cabina y llevara el vuelo a la fatalidad. Según trascendidos periodísticos, los compañeros del piloto conocían su enfermedad, pero lo consideraron una situación tolerable, y no atinaron a notificar la situación anormal. Por otra parte, a raíz de los hechos  puede conjeturarse que la empresa aérea tampoco tenía ámbitos adecuados para que esta situación se externara libremente.

La inspección de riesgos debe incluir la entrevista con el área de Relaciones Laborales,   en la cual otros factores negativos pueden identificarse, como los siguientes:

El organigrama y las prácticas inadecuadas

Las  empresas de los  países se distinguieron siempre  por la calidad de la maquinaria. Y esto no cambió sino hasta la década de 1980.  La maquinaria estadounidense era muy diferente de la maquinaria de origen europeo o de la del resto del mundo, y esto hacía muy diferentes a las industrias. Los ingenieros de riesgos no tenían dificultades para  distinguir cuáles eran las empresas con tecnología más confiable.

Esta situación ha cambiado radicalmente porque ahora todas las empresas comparten el mismo proveedor, que fabrica   la misma maquinaria en el sitio más económico (generalmente, el Lejano Oriente), lo que vuelve imperceptibles las diferencias tecnológicas en función del sitio de fabricación.

Con una tecnología homogeneizada, durante los años noventa aprendimos a      distinguir la calidad de los riesgos en función de los sistemas de gestión (ISO 9000/14000, etcétera);    pero ¿cuál es hoy  la característica discriminante si estos sistemas de gestión también se han uniformado?    

Investigaciones realizadas luego de accidentes graves han  ayudado a identificar estos factores por medio de las “formas organizacionales  y prácticas empresariales”, en las cuales los suscriptores deben enfocarse. Son las   siguientes:

Un objetivo compartido y un   clima de trabajo cordial

Toda organización es un puente entre los procesos técnicos y el contexto sociocultural. No tiene sentido entonces reflexionar en torno a  una “solución única”, ya que el mismo proceso técnico puede requerir distintas formas de organización en contextos sociales diferentes. El ingeniero de riesgos debe incorporar elementos de la psicología y la sociología industrial para realizar un   análisis adecuado.

Sin embargo, hay ciertas pautas que pueden dar indicios de que   una organización es resiliente a los accidentes. Tales pautas indicadoras se basan en  las siguientes observaciones:

La actualización de los ingenieros de riesgos de las aseguradoras  es un desafío que sólo puede encararse mediante un trabajo en equipo entre el área de Siniestros  y la de Suscripción, en conjunto, claro está, con las consultoras externas, que colaboran para que las industrias alcancen en el menor plazo posible los niveles de seguridad compatibles con las exigencias del mercado de seguros.

Andrés Pablo Artopoulos es director de Risk Engineering & Valuations en LEA, consultora de ingeniería de riesgos.

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