Soy un convencido de que la suerte juega un papel determinante en nuestra vida. Cuando vemos a millones de personas en países donde las grandes carencias son el común denominador, y las comparamos con nosotros, que nacimos en una familia y en un entorno en donde hay paz y sustento y que recibimos la gran oportunidad de haber tenido una educación, nos debemos sentir muy afortunados y agradecidos porque no hicimos absolutamente nada para llegar a este mundo en la familia y ambiente que nos tocó.
Pienso que agradecer a nuestros padres y maestros, y sobre todo a la vida, cobra una importancia vital, y la manera de hacerlo es actuando.
No basta ser una persona buena y no hacerles daño a los demás, sino que se trata de devolver tanto bien como hemos recibido o más; y, como enseña la parábola de los denarios de Jesús, afirmamos: “Quien más recibe tiene una obligación mayor”.
Los que tuvimos la suerte de nacer en medio de una situación privilegiada tenemos la responsabilidad de actuar.
Siempre pensé dedicar mis últimos años a servir a los demás; y, si bien en mi tiempo de funcionario de aseguradoras intuí lo que es servir a los demás, me quedé con la idea de que lo que estaba haciendo no era suficiente, dada la gran necesidad que tiene tanta gente en mi querido México; por ejemplo, nuestros hermanos indígenas, que tienen carencias inmensas y que requieren el apoyo de todos nosotros.
Yo he tenido la gran suerte de vincularme con gente que me ha enseñado mucho y, sobre todo, que ha influido para bien en mí. Hace 23 años tuve el privilegio de que me invitaran a trabajar en una empresa que siempre admiré. En ese entonces, la definición de líder que más me gustaba era: “El líder es un individuo capaz de construir un mundo al que otros desean pertenecer”, definición que se aplicaba perfectamente al guía de esa empresa.
Sin duda, aprendí mucho de él; y, unos pocos años después de que se retiró, yo reflexionaba sobre esa circunstancia: “Este hombre no se puede retirar; tiene mucho que ofrecer y lo tengo que convencer de que le brinde más de su tiempo a la institución del seguro”.
Con eso en mente, y siendo aquel líder y yo buenos amigos, no dudé en una junta de consejo de la AMIS (Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros) en invitarlo a comer para planteárselo. Lo que no calculé es que a veces uno va por lana, y sale trasquilado.
Definitivamente no lo convencí y, en cambio, me comprometí con él a apoyarlo en una institución de asistencia privada a la cual había decidido darle su tiempo para auxiliar a la gente más necesitada de nuestro país.
Esta institución se llama Fondo Para la Paz, y es una maravilla porque se enfoca en los mexicanos más marginados proporcionándoles una ayuda inteligente que los lleva al desarrollo de manera autosustentable. No les regala canastas de pescado; los enseña a pescar.
Definitivamente, me siento afortunado y bendecido por ser parte viva de Fondo Para la Paz, y siempre agradeceré a mi amigo Clemente Cabello el hecho de haberme invitado a ser parte de un programa en el que verdaderamente se logra un cambio en la vida de nuestros hermanos indígenas.
Me parece que llega un momento en nuestra jornada en el que lo más importante es trascender. Pertenecer a un movimiento como éste me ha brindado esa oportunidad. Así es que nuevamente tengo el gusto de trabajar codo a codo con él, en una obra de mayor significado.
Casualmente, mi amigo encarna a un líder cuya definición me gusta aún más que aquella que mencioné de hace 23 años. La nueva dice: “Un líder es un individuo que hace la diferencia en la vida de los demás”.
Además, he descubierto que, cuanto más das sin esperar nada a cambio, más recibes, sobre todo en el alma; y eso, amigos, es algo invaluable.
Esta labor es inmensa y requiere el apoyo de mucha gente para entrar en este círculo virtuoso de dar, que sin quererlo nos pone en una posición de recibir. Hoy te invito, querido lector, a participar con nosotros. ¡Súmate! No es difícil hacerlo. Entra a la página www.fondoparalapaz.org y dona o, aún mejor, conviértete en embajador. Como dijo Jodorowsky: “Lo que das te lo das. Lo que no das te lo quitas”.
Todos queremos un México mejor y más próspero. Tomemos la iniciativa de hacer algo más por los demás. Si omitimos esta oportunidad, cargaremos un lastre que no nos dejará avanzar.
Por bien que nos vaya, nos puede ir aún mejor, y el camino no es buscar qué puedo hacer para recibir más, sino indagar cómo puedo apoyar a que México mejore; sobre todo, cómo puedo agradecer la suerte que he tenido al vivir una vida de privilegio.
No se trata de dejar de hacer lo que hacemos, pero sí de comprometernos a apoyar y servir. La decisión está en nosotros, y soy un convencido de lo que dijo Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.