De acuerdo con la Encuesta sobre los Efectos del COVID-19 en el Bienestar de los Hogares con Niñas, Niños y Adolescentes en la Ciudad de México (ENCOVID-19 CDMX), 32 por ciento de las personas en la capital de nuestro país presentan síntomas severos de ansiedad y 25 por ciento, de depresión. En ambos padecimientos, se observa que la prevalencia de estas enfermedades es mayor entre los hogares con menores recursos socioeconómicos.
Así lo dio a conocer la doctora. Ana Paola Sáenz, académica del Departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana, quien señaló que identificar situaciones o pensamientos que están disparando la ansiedad permite validar las emociones y saber de dónde viene el miedo, la angustia o la tristeza.
La especialista detalló que en los últimos meses gran parte de la población notó un incremento en su nivel de ansiedad, estrés, miedo o tristeza; se sintió irritable y agotado; e incluso, notó que esos mismos síntomas aparecieron en quienes le rodean.
Ante tal situación, Sáenz recomendó mantener la calma, pues muchas otras personas se están enfrentando a distintas situaciones que ha traído la pandemia como la ansiedad causada porque han muerto o enfermado personas cercanas, el desempleo, no tener contacto interpersonal, agotamiento por el encierro o miedo a contagiarse.
“A pesar de que los problemas de salud mental se han incrementado en la población por la pandemia, diversas investigaciones coinciden en que todas las crisis tienen un final y que para atender la ansiedad es importante validar nuestras emociones, así como hacer cambios de actitudes, pensamientos, hábitos alimenticios, de sueño y sobre el uso de tecnología”, indicó Ana Paola Sáenz.
La también responsable del Programa de Tutorías del Departamento de Psicología en la Ibero señaló que un disparador de la ansiedad puede ser el desempleo, el no tener contacto con otras personas y el agotamiento por el encierro, lo cual está relacionado con la falta de novedad.
En ese sentido, comer saludable, dormir bien, ejercitarse o tener espacios de ocio programado o estructurado con juego, así como no perder el contacto con las otras personas –aunque sea virtual– para tener un espacio para hablar, reír o desahogarnos, ayuda a conectar con la esperanza y evita que la ansiedad se incremente.
La especialista está consciente de que aún hay restricciones para evitar contagios de COVID-19, pero refirió que los espacios que se empiezan a abrir son ventanas de esperanza. Por lo cual, invitó a las personas a realizar alguna actividad con riesgo reducido como salir a caminar o andar en bicicleta.
Por su parte, la doctora Gabriela González Ruiz, académica del Departamento de Psicología y quien forma parte del equipo que brinda talleres virtuales de arteterapia para capacitar a servidores públicos de Nueva York, dijo que la ansiedad se genera a partir de un sentimiento, pensamiento o una acción.
“Se trata de un estado de ánimo que es positivo cuando lo que hacemos es movernos. Generalmente, en las ciudades, antes del confinamiento, las personas vivían en un estado de ansiedad porque todo el tiempo se movían. Pero la pandemia vino a resguardarnos en nuestro hogar, que se tuvo que reinventar como oficina, escuela, consultorio”, explicó.
González Ruiz agregó que el cierre de los espacios amplios que permitían la convivencia, los traslados, que favorecían las relaciones y ayudaban a respirar, reflexionar, escuchar y caminar, generó más ansiedad en las personas porque les implicó quedarse en un mismo lugar por mucho tiempo.
“Esa ansiedad nos atrapa y nos incrementa el estrés. Además, evita manejar las emociones que se relacionan con él, como la frustración, el enojo, la tristeza, el miedo y la incertidumbre. Todas las emociones se empiezan a acumular y entonces ya no sólo es ansiedad, sino estados de pánico, angustias prolongadas, desesperanzas y no sabemos cómo trasladarlas”, detalló la especialista.
La doctora advirtió además que la ansiedad es un síntoma de alerta que hay que atender. Para hacerlo, hay que partir de uno mismo, es decir, de esa motivación de poder hacer cambios de actitud, de pensamiento, de hábitos alimenticios, de sueño, del uso de tecnología. Esto implica una autoaplicación y autoevaluación. “Esto en ocasiones es demasiado trabajo porque estábamos muy acostumbrados a que nos dijeran qué hay que hacer”, subrayó.
Por esta razón, la psicóloga recomendó organizar horas de ejercicio, lo que permite generar endorfinas que derivan en un estado de bienestar y felicidad. Así como comer saludable y tomar agua. Esto evitará sobreestimular la tensión y el desgaste en el cuerpo.
“Es importante que si sentimos que algo se está saliendo de control y que me estoy viendo rebasada en herramientas, es momento de buscar a un especialista, un psicoterapeuta, una consulta en línea o algún tipo de apoyo profesional. Hay muchos espacios capacitados para brindar ayuda en situaciones críticas, hay terapias de sesión única, modalidades de intervención centrada en objetivos pequeños, pero específicos. Todos merecemos vivir tranquilos”, finalizó González Ruiz.