La realidad al volante: Un desafío para todos
¿Qué significa conducir correctamente? La verdad es que pocos lo sabemos realmente. En algunos países o ciudades de nuestra región, la obtención de una licencia de conducir ni siquiera está sujeta a una prueba teórica o práctica de habilidades al volante. En otros, estos documentos son “permanentes”, lo que significa que una persona puede conducir hasta edades muy avanzadas sin necesidad de revalidación.
Estas situaciones, que difícilmente podemos controlar, sumadas al estrés, los embotellamientos, el ritmo acelerado de vida y las omnipresentes distracciones del teléfono celular, crean una receta perfecta para el desastre. La pregunta no es por qué ocurren accidentes, sino por qué no hay muchos más.
Recientemente, tuve la oportunidad de probar una tecnología que me enseñó, de la manera más cruda, que formo parte del grupo que cree conducir bien, y que nada podía estar más lejos de la verdad. A través de una sencilla aplicación instalada en mi smartphone, pude confrontar esta dura realidad.
Desglosando los hábitos de conducción
Comencemos por la velocidad. A menudo, desconocemos los límites de velocidad en cada vía, ya sea por tipo de carretera o por restricciones específicas como zonas escolares. Conducimos a la velocidad que una carretera despejada nos permite, sin considerar que las normas tienen una razón de ser, nos gusten o no. A medida que la tecnología avanza y los vehículos se vuelven más seguros y rápidos, es común que alguien exceda los 140 o 150 kilómetros por hora en una autopista, prácticamente sin darse cuenta. Y, estrictamente hablando, esto no es una buena conducción.
Continuemos con las aceleraciones y frenadas bruscas. Cada vez que realizamos cualquiera de estas dos acciones, corremos el riesgo de perder el control del vehículo o provocar un choque por alcance tras una frenada inesperada.
Estos son, sin duda, los percances más comunes en nuestras ciudades: los famosos “golpes por detrás” o “alcances”. Si bien la mayoría no pone en riesgo nuestras vidas y las consecuencias físicas rara vez van más allá de un esguince cervical, la realidad es que, para el sector asegurador, representan un gasto en piezas y reparaciones que incrementa sus costos y genera oportunidades de insatisfacción en el servicio. Debo confesar que en este punto no fui tan malo como esperaba.
Algo tan simple como girar en una intersección o conducir en carretera también puede derivar en percances, dependiendo de la velocidad. Dar por sentado que algo es simple puede llevar a la despreocupación, a la falta de tiempo para frenar y, por ende, a accidentes de todo tipo. Y, finalmente, el uso del teléfono celular. Se ha vuelto tan parte de nuestras vidas que, a menudo, miramos la pantalla casi sin darnos cuenta. No sólo contestamos llamadas, sino que escribimos mensajes “breves” mientras conducimos o realizamos una llamada sin usar el sistema manos libres del vehículo. Sabemos que una distracción de un par de segundos puede significar avanzar varios metros sin tener la menor idea de lo que sucede a nuestro alrededor, y aun así lo hacemos.
La revelación de la tecnología conectada y el poder del feedback
Toda esta realidad la viví al probar una tecnología que, mediante el uso de mecanismos ya instalados en los smartphones, es capaz de proporcionar mediciones altamente precisas de nuestros hábitos de conducción. Mi experiencia fue muy interesante. Al principio, conducía como de costumbre, pensando que era un “conductor promedio” que manejaba bien y había tenido relativamente pocos percances. Mi error fue que, al ver mis primeras calificaciones, resultaron ser terribles, con puntos deducidos por la cantidad de errores cometidos en varios viajes.
Entonces, sucedió algo curioso: comencé a conducir extremadamente bien. De alguna manera, me sentía “observado” por esta tecnología, y eso me motivó a cambiar. Me convertí en el conductor ejemplar que, conscientemente, dejaba el celular en su lugar, incluso en los semáforos.
Me concentraba plenamente en la única actividad de conducir de un punto A a un punto B y, sorprendentemente, lo disfruté mucho. Este feedback constante y preciso no sólo me hizo consciente de mis fallas, sino que me impulsó a corregirlas.
Es un ciclo de aprendizaje inmediato que la conducción tradicional no ofrece, y es precisamente este tipo de retroalimentación la clave para el cambio de comportamiento y la mejora de la seguridad vial.
El valor de la conducción conectada para las aseguradoras mexicanas
Esta es la esencia de lo que conocemos como seguro conectado: una póliza que utiliza tecnología (incluida en su smartphone y con la ayuda de la aplicación de su aseguradora) para analizar el comportamiento al volante y ofrecer retroalimentación a los conductores. Es un gran cambio para el sector asegurador; las compañías pueden ofrecer beneficios basados en una conducción segura, utilizando una poderosa herramienta para la educación y la prevención.
Para las aseguradoras mexicanas, el beneficio es innegable y directo. Un programa de fidelidad simple, basado en recompensas por una buena conducción, podría mejorar drásticamente la frecuencia de siniestros y el índice de siniestralidad de sus carteras.
Cuando los conductores reciben una retroalimentación clara y son incentivados a mejorar, el resultado es una reducción de accidentes. Esta no es una teoría, sino una realidad probada en otros mercados. Imaginen el impacto en los costos operativos y la satisfacción del cliente si lográramos una disminución sustancial en los choques por alcance, los incidentes por exceso de velocidad o las colisiones por distracción del celular.
Al incentivar la conducción responsable, los beneficios se extienden más allá de la aseguradora. Se contribuye a una mayor seguridad vial para toda la sociedad. Implementar esta tecnología no sólo permitiría entender mejor a los clientes y sus hábitos, sino que transformaría el seguro de ser un simple “pagador de daños” a un socio activo en la prevención y el bienestar de sus asegurados.
La buena noticia es que esta tecnología ya existe, es accesible y no es costosa de implementar. Sólo requiere la voluntad de empezar. Por ahora, evite enviar un mensaje a sus clientes regañándolos por ser malos conductores; algo me dice que no lo tomarán bien. En cambio, ofrézcales la oportunidad de ser mejores conductores, de forma voluntaria, y de obtener beneficios tangibles por ello.