Te levantas temprano, realizas tus ejercicios y rutina matutina. Tomas tu desayuno. Un baño de agua fresca. Estás listo para conquistar el día. Nada puede salir mal. Te has preparado para tener éxito el día de hoy. El ayer es pasado.
Metas, listas; plan de acción, listo. Actitud al máximo. Y, entonces, un evento inesperado: se va la luz. El internet ha fallado. Recibes una llamada no planeada: tu cliente quiere cancelar. Los ánimos se te van por los suelos. ¿Qué es lo que sucede en ese momento?
Te enrolas en un estado de ansiedad, frustración, estrés y, al final, una sensación de mal humor porque piensas que ya no podrás cumplir con tu objetivo del día. Tu plan perfecto del día se fue al caño. Frustración total. ¿Te suena? ¿Te ha pasado?
Al pasar los días, damos por sentado que todo saldrá de acuerdo con el plan, y nos olvidamos de que la vida tiene como esencia natural la incertidumbre. No podemos asumir siquiera lo que sucederá de un minuto a otro. Entonces ¿por qué nos desesperamos y frustramos cuando las cosas no salen como uno planea?
Desde muy joven, uno de mis tantos defectos era no poder manejar adecuadamente la frustración sobre las expectativas de los planes que esperaba realizar. Tanta planeación, enfoque, detalles y perfeccionismo, para que algo externo lo cambie o estropee. Era tal la frustración que con seguridad finalizaba en un estado emocional de enojo con todos, sin siquiera tener ellos la responsabilidad.
No me daba cuenta de que, estando en ese estado, perdía de vista la objetividad y enfoque de poder ver la posibilidad de otras alternativas y decisiones que, si bien no me llevarían por donde yo había planeado, al fin y al cabo seguramente me podrían haber llevado a conseguir el mismo objetivo.
Pero la expectativa del “plan perfecto” generalmente nos va a nublar la razón y la creatividad. Y eso definitivamente nos va a llevar a perder muchas y buenas oportunidades.
Dentro de toda esa preparación y planeación había algo que no consideraba: la incertidumbre de la vida. La única certeza de todo plan es que éste puede cambiar.
Al entender esto, te das cuenta de que, si bien no podemos hacer nada con la incertidumbre y las cuestiones inesperadas, sí podemos tener control sobre cómo afrontarlas.
Pues estoy firmemente convencida de que de eso se trata la vida: de hacer planes, soñar, esperar y recibir las situaciones con aceptación; pero también prepararse lo mejor posible para enfrentar las situaciones adversas que se puedan presentar.
Dice un dicho sabio: “No podemos controlar el viento, pero sí las velas de nuestro barco”.
La pregunta es: ¿cómo has preparado las velas de tu barco? ¿Son velas fuertes, resistentes? ¿Tienes algún repuesto? ¿Tienes las herramientas necesarias para repararlas si se requiere? ¿Les das mantenimiento?
Nosotros mismos y nuestras herramientas son esas velas. ¿Cuánto tiempo dedicas a darles mantenimiento a tus velas físicas y cuánto a tus velas emocionales?
Para aprender a aceptar y saber sortear esos vientos fuertes que la vida nos presenta de manera inesperada, debemos empezar con nuestras velas internas para luego pasar a las externas.
Y esto me lleva a enfocarnos en la preparación interna; en el fortalecimiento de nuestro recurso más poderoso; ese que, ante un evento inesperado, puede llevarnos a sortearlo exitosamente o a hundirnos estrepitosamente: la mente.
La mente juega un papel muy importante en el maravilloso mundo de la Perfecta Imperfección, pues, si sabemos entrenarla y dominarla, no sólo será consciente de que en cualquier momento algo puede fallar, sino también estará alerta de manera objetiva y asertiva para tomar las mejores decisiones.
¿Cómo entrenamos a la mente para esto? Aquí te dejo algunas recomendaciones que, a lo largo de mi vida, después de muchos fracasos, enojos y frustraciones, y gracias a la orientación terapéutica, he logrado aprender y que me han llevado a abrazar la Perfecta Imperfección de la vida:
- Alimentación. Estamos rodeados de mensajes que nos llevan a pensar sobre “la vida perfecta, el trabajo perfecto, la persona perfecta” y muchos conceptos más de perfección, incluido “el camino al éxito perfecto”. Como si el éxito se tratara de una situación en la que no existen errores ni fallos. Para ello es importante que dediques un tiempo a analizar cómo estás alimentando tu mente. No es que restrinjas de tu vida todo aquello que no sea acorde con la realidad, pero sí debes incrementar recursos que te muestren la vida real y su característica esencial: que todos tienen un punto de imperfección. Todo plan tiene la posibilidad de fallar. Pero más importante aún es saber cómo sortear esos eventos. Ahí está el alimento para tu mente. Lecturas, videos, redes que te muestren el camino recorrido. Ver los fallos de otros, las magnitudes; pero también las acciones correctivas. Eso te ayudará a analizar en tus propios casos.
- Conciencia y reflexión. Muchas veces, cuando algo no sale como esperamos, lo primero que queremos hacer es borrarlo y dejarlo en el olvido. Y eso está bien… en algunos casos. Sin embargo, he confirmado en más de una ocasión que, cuando analizo la situación, la desmenuzo para observar sus partes y reflexiono en diferentes decisiones que pude haber tomado, obtengo un aprendizaje, y no un arrepentimiento o reclamo contra mí misma. Obtengo un recurso que aplicaré en la siguiente situación, que puede ser igual o similar o peor.
- Expectativas claras. Nos enseñan que tener expectativas bajas es de mediocres y débiles y que tener expectativas altas es de presuntuosos. La realidad es que no se trata de tener altas o bajas expectativas, sino de ser capaces de lidiar con lo que resulte, tanto lo excelente como lo peor. Cuando te preparas para lo peor esperando lo mejor, la sorpresa te causa mucho menos estrés y frustración y eres capaz de ver el aprendizaje en la situación y seguir adelante con la madurez de ese aprendizaje.
Cuando la mente está entrenada, el cuerpo responde en consecuencia. Nuestro exterior muchas veces es reflejo de nuestro interior. Si mi mente se deja vencer por las imperfecciones a las que está expuesta (esa cita que se canceló, ese cliente que ya no desea mis servicios, o incluso ese horario que no pudiste cumplir), el cuerpo físicamente no podrá encontrar recurso para afrontarlo y, en consecuencia, buscará la salida más fácil y rápida para recuperar su estatus de bienestar: “Mejor hoy ya no sigo, mañana continuo. Me voy a tomar el día”.
Cuando nos preparamos internamente, externamente el cuerpo está listo para responder. Entonces te darás cuenta de que, ante una situación no prevista, tu mente te dirá: “¡Sigue adelante!”, y tu cuerpo avanzará.
Recuerda: no importa qué tanto empeño pongamos en planear nuestra vida, nuestros días, nuestras acciones. Al final, la única certeza que tenemos es que nada puede salir como se planea, pero sí podemos estar preparados para no sufrir daños mayores.
Hoy quiero invitarte a que dejes de tratar de controlar el viento y empieces a reforzar y ampliar las velas de tu barco para que siempre estés preparado ante cualquier viento borrascoso que amenace tu travesía.