El gallo (segunda parte)

Charlemos seguros

El asegurador

Para plantear un problema económico podemos partir de cuatro preguntas: ¿qué  producir? ¿Cuánto producir? ¿Cómo producir? ¿Para quién producir?

Si contestamos a las cuatro preguntas en el caso mexicano, es evidente el fracaso del sistema capitalista en tres de ellas: qué, cuánto y para  quién producir. El cómo producir  es eficaz: no  se requiere   una autoridad para determinar la manera en que llega a manos de los mexicanos lo que demandan. Esta demanda,  por supuesto, entendida como  deseo de comprar y solvencia pecuniaria  para hacerlo.

Qué producir muestra con claridad lo explicado por Joseph Alois Schumpeter,   notable economista austriaco nacido en 1883: el capitalismo  no llega a su decadencia por un argumento marxista de lucha de clases, sino impulsado al barranco por su propio éxito, al continuar compitiendo para subsistir  hasta caer fulminado por el impulso de marchar hacia adelante a pesar de estar al borde del abismo.

Qué mejor ejemplo   de la rata de metal y su COVID-19  que la industria aseguradora de este año.

El coronavirus  afecta a las personas produciendo  fiebre alta, tos seca y cansancio extremo. Puede  evolucionar rápidamente y  provocar dificultad para respirar, dolor en el pecho y hasta pérdida del habla y del  movimiento.

A las economías, la COVID-19   les está causando falta de ingresos para un amplio sector de la población, el cual no cuenta con el amparo de un contrato firmado con una empresa ni la posibilidad de trabajar en   casa. Esta situación provoca ya al sector asegurador, como primer efecto, un incremento en la siniestralidad, forzada una parte importante de la población a buscar el sustento ilícitamente. Como bien dice  Cristino, un mesero a  tiempo parcial: “Qué bueno que me toca un fin de semana sí y otro no. Mejor eso que ir a robar”.

Vienen otros efectos, por supuesto. Para la mayoría, un seguro es un bien que se adquiere  cuando las cosas marchan mejor de lo previsto. Cuando  el ingreso es menor o no existe, la contratación  de coberturas lo resiente de inmediato. ¿En qué orden? Autos, Gastos Médicos, Vida y Daños.

El seguro de Auto es el de mayor demanda. Sin embargo, es un seguro caro, y se encarecerá más si la tendencia de robos continúa. Cuanto  más reciente sea el modelo, menor será la cuota,   pues para el caso de autos viejos el factor de reposición de piezas en daños parciales encarece relativamente la cobertura.    Una cobertura puede llegar a costar   10 por ciento  del valor comercial del vehículo. ¿10,000 pesos para asegurar un auto de 100,000 en época de crisis? No. Sólo Daños a Terceros, o de plano mucho cuidado al manejar y una estampa de la Virgen de Guadalupe.

Al perro flaco se le cargan más las pulgas, y Gastos Médicos Mayores lo confirma.   Afectado directamente por los enfermos de COVID-19,   el producto sufrirá también los efectos de la crisis económica. El seguro es muy caro, se encarecerá más, y menos personas lo comprarán. Doña Teresa y su marido, don  Pepe, han contado con un seguro de hospitalización durante varios años  gracias a la voluntad de pago de dos de sus tres hijos, sobre todo Rosa, quien aporta casi la totalidad de la prima. Sin embargo, la renovación sale en 200,000 pesos. La opción, dura pero necesaria, será  mantener en la póliza únicamente a don  Pepe, quien ya muestra de manera más evidente que su esposa los estragos del extenso terreno galopado.     Con doña  Teresa, bueno, pues esperar lo mejor y medio prepararse para lo peor.

Las aseguradoras continuarán luchando por generar grandes números, con todo en contra. Un producto dirigido a la minoría que puede pagarlo y muchos tiradores para atraer al pudiente.

El seguro de Vida, también afectado por los decesos ocasionados por la COVID-19,    enfrenta una desviación catastrófica a la mortalidad esperada. Con la emisión patrocinada en gran medida por empresas que incluyen un seguro de Vida en los beneficios otorgados a sus empleados, la prestación enfrenta momentos difíciles ante la alta probabilidad de que  los empresarios la eliminen, puesto que éstos no aguantan ya la disminución de ventas ocasionada por el encierro obligado de la contingencia sanitaria.

Y llegamos al patito feo del sector: el seguro  de Casa Habitación. No sé  ni por dónde empezar. Es un nicho de mercado tan pequeño que o no sufre  o sufre mucho o se acaba. Habría que analizar el caso de cada uno de los innovadores que adquieren el seguro por convicción, destinando alguna parte de su ingreso a la compra  de un seguro en el que poca gente cree, sea por desconocimiento o por esa engañosa sensación de que “no va a pasar nada”. La excepción es, por supuesto, quienes viven en zonas costeras, con graves riesgos de daños por fenómenos hidrometeorológicos, por  alta sismicidad o por  las dos. La antiselección y la prohibición de vender el seguro en las zonas donde más se necesita   vuelven a condenar al seguro de nadie.

La aparición de la COVID-19   y sus consecuencias económicas para la mayoría de la población mexicana tendrán repercusiones sobre la venta de seguros y la siniestralidad. En diferentes ocasiones hemos compartido informes sobre la baja penetración del seguro en México. La AMIS siempre nos recuerda que la participación de los seguros en el PIB es de un sempiterno  2 por ciento.   Si la previsión de crecimiento del Producto Nacional es de menos 10 por ciento,   el descenso implica la reducción en las primas. No quiere decir esto que el seguro va a desaparecer;      pero, si continúa como un producto dirigido únicamente a la minoría, que se está haciendo más minoría, quedará  condenado a seguir luchando, como participante en un mercado de “nicho”, y más en Gastos Médicos que en Autos, para conservar un volumen que le permita la dispersión del riesgo, condición indispensable de un negocio como el nuestro.

La competencia ha respetado a las aseguradoras tradicionales. No me refiero a compañías similares en el ámbito nacional o internacional, sino a opciones de indemnización económica diferentes del  seguro. Es cosa de ponerse las pilas y tomar en cuenta  de una vez por todas al sector que no compra seguros  o que sólo adquiere el seguro obligado por las condiciones de un crédito a corto plazo o hipotecario. Ya retrocedimos ante el empuje de los bancos, y podemos retroceder nuevamente ante la competencia de productos no tradicionales. Schumpeter  dice que esto no se detendrá hasta topar con el abismo. No es bueno tentar a la suerte, de la que hasta ahora hemos gozado.

Por otra parte, surgen oportunidades derivadas de nuestras nuevas costumbres, que, si bien puestas en práctica obligados por las circunstancias, no son menos atractivas. Muchos bienes  ahora se transportan  a los hogares, donde muchas personas han instalado su cuartel general o su cuarto de máquinas o su cabina de mando.     ¿Está el seguro de Transportes  adaptado a estas nuevas condiciones?

Si un dron vuela hasta mi ventana para entregar mi nueva laptop, y al momento de tomarla del vehículo el equipo se precipita 10  pisos hacia abajo dañando la jardinera de mi vecino de planta baja,      ¿el seguro cubrirá la pérdida total de mi computadora y los daños causados a la propiedad ajena?

La COVID-19  ha puesto al sector asegurador en una situación difícil, sorteada gracias al desarrollo tecnológico y humano que lo caracteriza: el personal se ha quedado responsablemente en casa y ha podido continuar con sus actividades, incluso de manera más productiva.

Nuevamente, enfrentamos la encrucijada: refugiarnos  en el camino conocido de la atención especializada a  los mismos de siempre o adentrarnos en la incertidumbre de una estrategia novedosa de acercamiento al  enorme mercado potencial que hoy no atendemos. La misión del seguro, de un beneficio  social enorme que desgraciadamente permanece oculto a la mayoría, tiene la oportunidad de manifestarse por medio  de un producto útil, una comunicación clara y un precio que permita penetrar en el grupo  de los incrédulos hasta convencerlos de las insuperables ventajas     (que en ocasiones sólo nosotros vemos)   de estar protegido.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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