El poder de la sombra

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El asegurador

Hace tiempo participé en un foro de mujeres cuyo objetivo principal era enseñarles cómo crecer en su carrera profesional en un mundo tan competitivo y en el que los hombres ocupan un espacio prioritario. Uno de los aspectos importantes que se mencionaron consistió en aprender a vender los logros personales, y recuerdo perfectamente que una de ellas me comentó: “¡Claro! ¡Necesito creérmela! Saber que soy buena…”.

A partir de esa frase, reflexioné sobre el tema y quise comprender con más profundidad y acierto qué significa “creérmela”.   Me surgieron dos vías para abordar la cuestión: 

  •         Si el planteamiento es: “creer en nosotros  con base en nuestros logros”, ¿qué pasa entonces cuando (aunque no nos guste) también hay fracasos? ¿Cómo quedaría cimentada nuestra autoconfianza si no funcionamos en alguna ocasión de manera eficiente?
  •         Si sólo tomo en cuenta los logros, ¿no  será que estoy construyendo un pozo de delirio egocéntrico?

Para “creérnosla”, tenemos que ver el panorama completo. No  se trata únicamente de hablar sobre lo maravillosos que somos, sino de aprender a abrazar también nuestro lado oscuro.    

Los verdaderos triunfadores son aquellos que saben explotar toda la riqueza que puede existir en su sombra y utilizarla a su favor.

Te comparto tres consejos prácticos   que te ayudarán a realmente “creértela”:

  1.     Elaborar un inventario exhaustivo y honesto de quiénes somos

El primer paso para ser racionales  implica comprender nuestra irracionalidad.

Hace poco platicaba con un millennial  emprendedor que me decía: “Yo no cometo errores. Soy  sumamente preciso en mis proyectos”. Y le pregunté: “¿Qué pasaría si un día no lo fueras?”, pregunta   que por supuesto lo incomodó porque estaba convencido de su autoconcepto.   

¿Qué pasaría si el primer paso en nuestro inventario honesto fuera comprender y aceptar que no somos Dios? Vernos con unos ojos humildes implicaría abrir nuestra mente, “regresarnos a la manada”. El bloguero Mark Manson, autor de varios libros, expresa: “Recuerda que no eres especial, y con eso estás bien”.

El objetivo de este primer paso  es aumentar el autoconocimiento para aceptarnos de una manera más integral.  La sombra resulta peligrosa cuando no le prestamos la debida atención.

Si hicieras un  inventario total de quién eres,  encontrando cualidades y, como ahora elegantemente se dice, “áreas de oportunidad”, avanzarías más en tu proceso, te  reconocerías de forma completa  y, viéndote entonces  en esta dualidad, paradójicamente  tu lado brillante resaltaría más, porque te darías cuenta de todo lo que eres, a pesar de tu “sombra”.

No se alcanza la luz  hasta que uno es consciente de la oscuridad.       

  1.     Evitar extender la sombra   

Este segundo paso implica  minimizar cualquier tipo de clasificación general;  por ejemplo, “soy muy nervioso”, y modificarlo a “tengo episodios de nerviosismo”.  Esto permite no negar que en ciertas ocasiones me comporto de esa manera, pero tampoco empaña mi identidad de forma completa.

Debemos adoptar una visión global de lo que cada conducta puede enseñarnos de nosotros mismos, lo que nos aporta si somos capaces de viajar a las profundidades de nuestro ser.

En aquel foro de mujeres, la   directora de una empresa comentaba: “Está bien:  separo mi enojo, pero no dejo de hacerlo…”. Tomando en cuenta esto, el  siguiente enfrentamiento con uno mismo será: ¿para qué te enojas? ¿Qué beneficios secundarios obtienes de esto? ¿Qué ganancia adquieres? ¿A quién quieres manipular? ¿Recibes acaso más atención?

El meollo de este ejercicio   consiste en platicar con tu sombra, comprenderla; no intentar enterrarla.

  1.     Fomentar la autocompasión      

Éste es un paso  sustancial que implica la cordialidad que sentimos hacia nosotros mismos cuando los resultados no salen como esperábamos o cuando pasamos por una experiencia compleja.

El tener un nivel de autocompasión más alto  permite en primer lugar ver de frente nuestros errores y aceptarlos; al hacerlo, probablemente seremos capaces de minimizar la voz tirana que nos exige, que nos juzga  como seres defectuosos y nos penaliza con base en un deber ser  que incluso   puede llegar a neurotizarnos.         

Cuanto más alto es el nivel de autocompasión, más bajo es el sentimiento de pena por nosotros mismos. Aclaro muy enfáticamente que no se trata de decirnos: “¡Ay, pobre  de mí!” ni de creer que “la vida es muy injusta con nosotros”; sino, por el contrario, se trata de permitir que se nos desarrolle el músculo de conexión con los demás, ya que esto nos ayudará  a perdonarnos justa, imparcial y conscientemente cuando no hayamos cubierto las expectativas o cuando no hayamos dado   el ancho en algo.

Cada uno de nosotros lleva un doctor Jekyll   y un señor Hyde ocultos. En en vez de reprimirlos o evadirlos  de manera constante, podemos ser valientes para verlos de frente y aprovechar realmente su potencial, provocando un   crecimiento personal verdadero.     

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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