El que no conoce a Dios…, a cualquier santo se le hinca

Charlemos seguros

El asegurador

  • VISIÓN EMPRESARIAL

Por: Miguel Ángel Arcique Calderón / @arcique

Yo no tenía una creencia específica, excepto que nuestra causa era justa, muy fuerte y estaba ganando cada vez más y más apoyo.

Nelson Mandela (1918-2013), abogado y político sudafricano

Siguiendo con la serie de dichos y frases mexicanas justamente la que da título a esta colaboración vino a mi mente cuando, estando muy al pendiente de los grupos de agentes de seguros y fianzas que existen en las redes sociales y que son no menos de 20, y algunos muy nutridos, con hasta más de 3,000 participantes (bueno, ellos dicen que tienen ese número, pero participan activamente como los mismos 300, más o menos, y el resto observa), pude ser testigo muy a menudo de la rebatinga que se arma cuando a alguno de los miembros se le ocurre pedir información de apoyo para presentar sus exámenes ante la autoridad con el fin de obtener, ampliar o refrendar su cédula como agente.

Así, empiezan a correr materiales, guías de estudio, claves de acceso a materiales de diferentes instituciones, compañías de seguros e institutos, todo ello naturalmente sin autorización de sus autores, y en muchos casos con material viejo o desactualizado de por medio.

Naturalmente esto ha causado controversia entre los participantes de los grupos, y sabemos que ha venido sucediendo de manera natural, incluso fuera del ámbito de las redes sociales, ya que en la vida cotidiana de muchos de los 50,000 agentes con cédula (más los aspirantes a agentes y otros muchos participantes en el sector) hay una avidez natural ya sea de presentar estos exámenes, ya de estar actualizados e informados (desafortunadamente, éstos últimos casos son los menos).

Dado lo anterior, muchos de estos agentes literalmente se conforman con los materiales que les regalan o facilitan de manera legal o ilegal, y se presenta un fenómeno de “suerte” para los resultados de la obtención de una licencia oficial, que podría (o, dirían los más rigurosos, “debería”) ser considerada algo más serio y profundo.

Por otro lado, estos “usuarios” piden a gritos este apoyo por internet, ya que en muchos casos las instituciones de seguros y algunos institutos que siguen dando cursos tradicionales han caído en una suerte de modelo antiguo, como el instructor que repasa y lee el material, con no mucha didáctica que digamos, y en programas cuyo cúmulo de horas es tan pesado que desequilibra la actividad del agente o, en su caso, del aspirante.

De ahí me vino el impulso de ofrecerles a ustedes el siguiente análisis.

¿TODOS QUISIÉRAMOS TODO GRATIS?

Las plataformas electrónicas han hecho que muchos usuarios, sobre todo las nuevas generaciones, llamadas millennials y generación Z, obtengan una serie de productos, información y experiencias de manera gratuita, dado que las empresas han aportado bastante en generar el llamado “contenido de valor”, y con ello, literalmente, regalar una porción de sus contenidos y productos a fin de atraer la atención de internautas y así comenzar la relación entre ellos y sus organizaciones para ofrecer luego los paquetes premium, los programas personalizados o muchas otras estrategias de cautivar clientes con una nueva visión de la llamada mercadotecnia 3.0 o Customer Centricity, por su denominación global.

Por otra parte, la filosofía de “dar al mundo de manera abierta” y compartir para hacer crecer en colectividad ha dado como resultado el concepto open source (traducido como código abierto), que invita a todos los que creen en una causa a compartir sus conocimientos, avances y resultados en una u otra área del quehacer humano. Un buen ejemplo lo tenemos en la filosofía del chef Gastón Acurio, quien, para posicionar sus restaurantes y por encima de ello el lugar de la cocina peruana en el mundo, revolucionó el quehacer culinario por medio de la práctica inusual de dar a conocer sus recetas e invitar a todos los chefs de su país a hacer lo mismo, generando una cultura disruptiva en su medio, ya que lo más obvio es que “un buen chef nunca revela sus recetas”. Pueden leer de este caso en el libro Crear o morir, del periodista Andrés Openheimer.

No, sabemos que no todo es gratis en la vida, pero hoy hay cosas que más vale compartir con un fin más elevado. El conocimiento es uno de estos casos.

LOS FRANKENSTEIN DEL CONOCIMIENTO

Volviendo al tema de la amplia gama de manuales, simuladores, materiales, guías de estudio y demás productos “hechizos” para pasar un examen que corren por el mundo electrónico y físico, me hizo mucha gracia la descripción que un participante de curso alguna vez me compartió al respecto y que decía que ya tenía una carpeta con casi 10 materiales que había logrado recopilar de un lado y de otro y que con ellos había construido una especie de Frankenstein, refiriéndose a la historia de aquel monstruo construido de piezas humanas de diferente procedencia y que al ser puesto en vida por artilugios de la época tenía en efecto vida pero no tenía esencia humana, es decir, era un constructo meramente físico, sin espíritu propio.

De igual forma, los conocimientos sin esencia, orden lógico ni metodología didáctica; pero, sobre todo en el caso que nos ocupa, definitivamente desactualizados en la mayoría de los casos, hacen que este tipo de carpetas o archivos electrónicos, simuladores y demás hagan las veces de monstruos capaces de confundir al mejor de los estudiantes; y, cuando el resultado es negativo en la acreditación de la prueba, se tiene por culpables a los autores o a los compiladores; y, cuando el resultado es positivo, se sobreestima como una especie de “arte de magia” al instrumento supuestamente responsable del acierto.

La duda grande que cabe en este sistema educativo basado en datos memorizados y luego demostrados en una prueba, ya sea a lápiz y papel o electrónica es: ¿estudiamos para aprender o sólo para pasar el examen?

¿No sería más útil que un asesor estudiara continuamente para mantenerse actualizado?

“DEMOCRATIZAR” EL CONOCIMIENTO

Caray, decir la palabra democracia en tiempos electorales causa escozor, y hasta miedo a algunos, pero no teman, no se trata de artilugio político alguno, sino de aplicar una de las cuatro corrientes que están marcando al mundo de los negocios en el nuevo sistema abierto y transparente: disrupción, desmonetización, digitalización y democratización del conocimiento (libro recomendado: Empresas exponenciales, de Salim Ismail), y para ello basta conocer los sitios de internet https://www.khanacademy.org , https://aprende.org , https://www.duolingo.com , https://www.coursera.org y muchos más en los que se ofrece gratuitamente a los usuarios la experiencia de una educación tan libre e inteligentemente financiada que ha inspirado a cada vez más personas e instituciones a poner al alcance del usuario educación gratuita y amplia que queda a su disposición con tan solo contar con un dispositivo electrónico y conexión a internet.

Esta facilidad de conocer por medio del libre acceso no menosprecia la utilidad de las instituciones educativas ni de la maravillosa labor de los maestros de todo nivel, sino que más bien abre la posibilidad de que, al poder acceder a cierto nivel de conocimientos de manera abierta, aquellas instituciones y maestros que lo sepan aprovechar enfocarán sus energías a lo que sí los distingue y humaniza, como el ejercicio de la imaginación y la experiencia, dando por sentado que los temas básicos han sido conocidos muchas veces de manera autodidacta.

Recuerdo con gusto aquellos tiempos en que los autos y camiones no usaban las ahora llamadas facias y se usaban las defensas o parachoques, en los que la picaresca mexicana imprimía en estas partes, por delante y detrás de los vehículos de transporte y servicios públicos, frases curiosas, picantes y algunas muy profundas y que reflejaban la idiosincrasia de un pueblo que no tenía ni soñaba con la era del internet; y, dentro de todas ellas, en los vehículos de uso más humilde (del latín humus, tierra), como el camión de la basura o los de redilas, que transportaban muy de madrugada frutas o verduras de las centrales de abasto, se podía leer:TODO POR NO ESTUDIAR, haciendo una clara referencia y mofa a que las personas que se ocupaban de estas labores no habían tenido la oportunidad de asistir a una escuela, que en esos entonces era el templo único del conocimiento.

Para nuestros lectores de nuevas generaciones, esta historia parece lejana, cuento de sus padres o abuelos, pero era cierto. La falta de escuelas, bibliotecas públicas y otros medios como aquellos de los que hoy gozamos rezagaba a la población e hizo objeto de dominación de unos sobre otros por el control del conocimiento.

Bienvenidos seamos a una nueva era en la que el conocimiento básico en seguros y fianzas pueda ser disfrutado y compartido por todos; bienvenidos a la era del código abierto y las nuevas formas de financiar proyectos de impacto social.

Muchas cosas cambiarán ahora.

Para todos, para siempre.

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Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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