Evaluaciones o devaluaciones técnicas

Charlemos seguros

El asegurador

Con 18 años de existencia aplicando evaluaciones, el Centro de Evaluación de Intermediarios (CEI) llegó a su mayoría de edad el pasado 9 de febrero, con grandes números alcanzados en el total de exámenes aplicados a lo largo de 216 meses de operación, lo que sin duda representa un logro que merece festejarse.    

Junto a las celebraciones, a las que me sumo, creo oportuno hacer algunas reflexiones sobre el entorno que rodea a esas evaluaciones. Estas reflexiones  tocan a la autoridad que impone la obligación, al  centro que aplica los exámenes y a los sustentantes que acuden, gustosos o no, a presentarlos.   

La Comisión Nacional de Seguros y Fianzas ha obligado a los intermediarios a evaluarse desde hace décadas. En el pasado, los exámenes eran impresos, y existía la posibilidad de acudir a institutos para capacitarse y presentarlos, lo que daba  un resultado que, a partir del  inicio de las evaluaciones electrónicas, dista mucho de ser como el actual. 

En aquellos años dorados de la capacitación, los institutos impartían el curso antes de aplicar la evaluación. Algunas aseguradoras tenían la autorización de llevar a cabo dicho proceso, con el consecuente resultado aprobatorio de casi todos los que se sometían a él. Sin embargo, a partir de la implementación de exámenes electrónicos, los números aprobatorios sufrieron un drástico  descenso.

Para los amigos del morbo, la causa se asienta en la práctica de esos institutos (abiertos o propios de aseguradoras) de aprobar a todos con una “ayudadita” del instructor o aplicador. Para los afines al estudio, la causa descansa en las guías y habilidades de instrucción de los mentores de esos tiempos. Claro que también hay quien fustiga las formas modernas de evaluar y los consecuentes resultados que eso arroja, sin reparar en argumentos que sustenten dicha inconformidad. 

No obstante, a pesar de todas esas opiniones, el resultado reconocido por el actuario  Mauricio G. Arredondo Fernández Cano, director general de dicha institución, sigue siendo de casi tres cuartas partes de reprobados en la primera aplicación que se les hace. Al respecto, me pregunto si eso merece algún festejo adicional al aniversario 18, y si la autoridad responsable de elaborar esas baterías se plantea  la misma pregunta.

El CEI es sólo el ente aplicador, pero no el que  elabora los exámenes. Su función ha quedado cabalmente cumplida con las cifras de exámenes aplicados con mínimas incidencias. Las instalaciones, el personal, el equipamiento y su capacidad itinerante para aplicar exámenes han cubierto   las exigencias de un mercado demandante de dicho servicio, sobre todo en plazas en donde el CEI no tiene presencia.

La elaboración de exámenes y el diseño de los reactivos, por su parte, merecen una profunda revisión cuando la mayoría de quienes los presentan se quejan de ellos al reprobarlos, e  incluso al aprobarlos. La autoridad encarga esa elaboración a profesionales, aunque me pregunto si la formación aseguradora que éstos poseen sólo les permite estructurar reactivos con metodologías poco socorridas en los procesos de formación de agentes de seguros en México.

Discriminar, asociar, aproximar o discernir son sólo algunos de los métodos identificados en los reactivos aplicados a quien, durante su capacitación y su vida comercial cotidiana, debe ser claro y hasta sencillo en sus explicaciones cuando se dirige a población inculta, con una preparación previsional insuficiente para comprender el contenido de un contrato al que deberá adherirse y con resistencia a pagar una prima que, en muchos casos, se considera elevada. ¿Acaso en la asesoría que se brinda al asegurado se aplican  las metodologías utilizadas para formular reactivos? 

Al parecer, los aseguradores de formación elaboran preguntas para que alguien las complique. Los instructores explican los conceptos y su aplicación, pero la estructura de las preguntas desquicia la comprensión del sustentante, quien debe enfrentar la frustración de reprobar al no lograr entender lo que se le pregunta o lo que debe  responder ante cada reactivo aplicado. Para enfrentar dicho conflicto, la capacitación deberá incorporar técnicas de aprendizaje antes de impartir los cursos de cédulas, para que el aspirante comprenda lo que se le pregunta. Esta complejidad se acentúa cuando las metodologías de aprendizaje, en muchos casos, se reducen a memorizar sin una comprensión cabal de lo que se estudia. Otra forma de resolverlo puede ser  revisar las preguntas, además de elaborar un Manual único de capacitación  (MUC),  tal como el existente en el sector de afores.        

En discusiones propias del sector de la capacitación he llegado  a la conclusión de que esos exámenes miden lo que se interpreta de lo que se lee, y no tanto  aquello que se sabe. La capacidad técnica, en esencia, aporta conocimiento  al asegurador para que lo transmita a  la población que atiende   la comercialización de un contrato. ¿Qué profundidad en el conocimiento aporta la complejidad de las metodologías utilizadas para elaborar reactivos? 

En un país con raquítica  capacidad en la lectura de comprensión y poca afición a leer, con dificultades en las  habilidades numéricas y  muchas veces  con apremiante necesidad de generar ingresos, utilizar esas metodologías resulta contraproducente por el    número de reprobados, que  a 18 años de haber iniciado el modelo  no ha disminuido lo suficiente para hablar de un aporte sustantivo al sector. Mantener el nivel de reprobados es, desde mi opinión, una señal inequívoca de que los exámenes deben ser revisados por aseguradores de perfil comercial, no de perfil  técnico.

El perfil de los reclutados, su formación académica y desarrollo de habilidades comerciales, su entorno socioeconómico, las  calificaciones suficientes para obtener buenos resultados  y demás competencias exigidas para iniciarse como agente de seguros  deben pasar así una prueba compleja cuando acuden a evaluarse al CEI luego de ser capacitados por instructores internos de aseguradoras, externos independientes o en institutos especializados en este tipo de cursos. El CEI ha cumplido al aplicar miles de exámenes. Los intermediarios han sufrido al tener que presentarlos y pagarlos cada tres  años sin lograr exentarlos, o al repetirlos varias veces en cada refrendo hasta acreditarlos.

Pero la autoridad… Pues la autoridad  mantiene sin cambio estas metodologías a pesar de la cifra de reprobados, de la queja de los intermediarios y de la encarecida solicitud  de todos quienes participamos en este sector para pedir, respetuosa pero firmemente, que se revise a profundidad este requisito mejorando las posibilidades de acreditación en vez de reducirlas.    

Hablar de exentar un examen  tiene un aspecto  que dejo abierto para una segunda entrega. Sólo subrayo que obstaculizar  dicha exención  en un sector que evoluciona  aleja de la actualización a quien no debe volver a evaluarse por haber alcanzado una puntuación de más de 8 en los módulos presentados. La actualización puede tener evaluaciones de menor exigencia para quien ya acreditó lo general, pero de eso hablaremos en la próxima colaboración.   

En tanto, reflexionemos si la capacidad técnica mejora las posibilidades de venta, o si éstas corren por una vía distinta cuando constatamos que hay quien reprueba pero vende destacadamente, mientras que hay quien aprueba pero obtiene   resultados comerciales muy pobres.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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