Si yo te preguntara directamente si eres una persona envidiosa, tu respuesta inmediata sería un rotundo y expresivo no. La envidia es un vicio vergonzoso que nadie quiere aceptar. Hay personas que pueden presumir de enojonas, frías u orgullosas, pero nadie se jactaría de ser envidioso, por lo que este rasgo se convierte en un secreto hasta para nosotros mismos.
¿Quieres saber si eres envidioso? Piensa en una persona con la que no tengas una relación buena en el trabajo. ¿Qué te molesta de esa persona? ¿Qué rasgos descubres que te parecen chocantes? Seguramente habrás oído esta frase de “lo que choca, checa”. Es correcto, pero hay otra posibilidad: si es un rasgo que te molesta, a lo mejor quisieras en el fondo de tu corazón parecerte a esa persona. Recuerda: la envidia es tan vergonzosa que no queremos aceptar que podemos sentirla.
Te comparto un ejemplo: Juan, gerente de una planta, me platicaba indignado que era muy complicado trabajar con un par suyo porque en cada reunión de trabajo que tenían éste se dedicaba a perder el tiempo porque la gente quería platicar con él de temas ajenos y se diluía el foco de la reunión. Me compartía que ese compañero pasaba mucho tiempo “rompiendo el hielo” al inicio de cada junta, y le desesperaba que se quisiera hacer el simpático en cada reunión.
Por supuesto, no niego la incomodidad que produce participar en reuniones en las que el hábito sea perder el tiempo y alejarse del objetivo final. No obstante, profundizando en la relación de Juan con su compañero, revisamos lo que realmente ésta significaba para él y llegamos a la conclusión de que Juan era una persona callada y con pocas habilidades sociales. ¿Coincidencia o casualidad?
La envidia es hija de la soberbia y la pequeñez; encoge nuestro espíritu y limita nuestra visión, ya que nos hace desear no ser quienes somos, escondernos y tratar de ser otros.
Nos sentimos amenazados y envidiosos cuando pensamos que peligra nuestro estatus, territorio, vínculos, o incluso nuestra supervivencia.
Sin embargo, Buda decía: “Todo lo que te molesta en otros seres es quizá sólo una proyección de algo que no has resuelto en ti mismo”.
En conclusión: ¿existe envidia de la buena? Alguien alguna vez me contestó: “¡Sí, claro, cuando la provoco!”.
Fernando Savater explica el otro lado de moneda y expresa que debes agradecer al envidioso la fiel atención que te dedica: te contempla a través de la lupa de aumento. Si vas cojo, él te ve correr; si saltas, asegura que vuelas; si balbuceas, escucha un mensaje elocuente. Ante él, siempre serás un exitoso malicioso y cruel. Lo lamentable es que fomenta tu vanidad y puede impedir tu crecimiento personal.
Por mi parte, sí creo que exista envidia de la buena: es aquella que, una vez que la reconoces, te permite comprender que la persona envidiada es sólo un espejo de tu propia incapacidad; esta forma de envidia puede ser positiva si eres capaz de tomar distancia, observar y actuar en consecuencia sobre aquellos comportamientos que realmente quisieras aprender.
La rivalidad que existió durante años entre los corredores de Fórmula 1 Niki Lauda y James Hunt habla justamente de este punto. En la película Rush, Hunt le confiesa a Lauda que haberlo considerado siempre como el rival más importante le permitió potencializar lo que él como corredor podía ser.
Así que la manera más eficaz de gestionar la envidia es tener un autoconocimiento profundo y objetivo de nuestros talentos, así como llevar a cabo un trabajo dirigido a desplegar nuestros propios proyectos. Y en ocasiones habrá personas que, sin proponérselo, se conviertan en motor para nuestro propio cambio personal.