¿Lo puede usted creer? (Colaboración ecléctica)

Charlemos seguros

El asegurador

 

FONACOT ASEGURA. Sí,  el Infonacot sigue otorgando servicios que corresponden a las compañías de seguros. Ofrece seguros a deudores que contratan deuda con ese instituto. Lo que llama la atención, como ya se dijo aquí hace meses, es que, con toda libertad y sin la férrea supervisión que padecen las aseguradoras por parte de la autoridad, opere sin reservas técnicas; en el mejor de los casos, tienen un fondo para ello. La duda es si el fondo es suficiente.

DESDE MÁS O MENOS  1845, las incipientes reglamentaciones respecto de seguros buscaban insistentemente   que las aseguradoras demostraran que tendrían capacidad para hacer frente a los siniestros que se les  presentaran, esto es,   sus obligaciones contractuales. A la fecha, en todo el mundo los esquemas de solvencia se le exigen  a toda aseguradora; al instituto no. Lo peor es que tanto la autoridad como el propio sector ven esto con aparente beneplácito. ¿Lo puede usted creer?

EL SECTOR ASEGURADOR quiso quedar bien, y quedó mal. Resulta que, en una mañanera hacia mediados de mayo  el sector fue a decir que regalaba un seguro a los médicos, enfermeras,  afanadoras  y demás personal que trabajara directamente en hospitales especializados en COVID-19. Ese seguro paga 50 000  pesos en caso de fallecimiento a quien demuestre con múltiples documentos que estaba inmerso en el tratamiento de gente que padecía  COVID-19. La cobertura  entró en vigor el 1  de abril de 2020. 

EL PRIMER DESCALABRO FUE  que la noticia decía: “El Gobierno  federal otorga un seguro a los médicos que trabajan en casos de COVID-19”. Claro  descalabro, pues lo que quedó  en los registros no fue el sector, sino el Gobierno.   El segundo descalabro fue que, en posterior reunión, diferentes actores del sector salud consideraron que éste era un seguro que discriminaba a todos los demás trabajadores de las distintas unidades, se dedicaran o no a COVID-19, así como al personal administrativo, y que entonces debería  ser incluyente; y   además tendría que  entrar en vigor a partir del 28 de marzo… Tundidos,  pues. Lo más interesante es que, si eso de verdad es un seguro, nació con vigencia retroactiva, lo que es perfectamente inapropiado en seguros, ya que asume inmediatamente el pago de siniestros que ocurrieron fuera de cobertura,  esto es,   pagos   ex gratia  o, lo que es lo mismo, una dádiva. ¿Lo puede usted creer?

SE HA DICHO QUE LAS DESGRACIAS son, en cierto modo, favorables al seguro, ya que, cuando se presentan, provocan un estado de conciencia sobre sus efectos y en consecuencia la gente acude a protegerse mediante alguna póliza. Ha sucedido esto sobre todo cuando se presentan terremotos, inundaciones y fenómenos parecidos. Ahora con esta pandemia se podría esperar una reacción semejante.   Y en realidad existe,  pero no de  las dimensiones que la lógica supondría. Se está enfrentando un problema de particulares características con dos ángulos que en algún sentido se oponen. Me refiero a dos miedos poderosos: uno es el miedo a la muerte y sus consecuencias económicas para  los que sobreviven, y el otro es el miedo a contratar un seguro y luego sobrevivir sin dinero. ¿Lo puede usted creer?

UN  TEMA COMPLEJO ES EL REGRESO. Se ha dicho que hay una “nueva   normalidad”  (por cierto, la palabra norma ya perdió todo su significado científico y estadístico, y ahora éste es más político y moralizante). Si es nueva, entonces no hay regreso;  en todo caso hay ingreso; la vamos a estrenar, pues. El asunto es caótico. No deseo  tomar partido por quien tenga  o no la razón, pero lo primero es tratar de saber quién tiene la información. 

LOS LÓPEZ-GATELISTAS DICEN   que la verdad está en las conferencias vespertinas;  otros dicen que está en los reportes de cada gobierno estatal… ¿Dónde  están los datos verdaderos?  Supóngase ahora que esa discusión no fuese importante;  lo importante es tomar las medidas que dicte el Gobierno… Pero  ¿quién es el Gobierno  al que hay que hacer caso?: ¿López? ¿El   matutino o el vespertino? ¿El  gobernador de   Jalisco?  ¿O de Guerrero,  Tamaulipas,  Morelos o  Zacatecas? ¿El  titular de Turismo? ¿O es  Claudia?… Cada  “gobierno”  tiene su visión, sus razones y sus realidades diferentes. En principio, el 13 de mayo pasado los dos López, el matutino y el vespertino, afirmaron que cada estado tomaría sus medidas al ritmo requerido por sus distintas realidades. 

ESTAS AFIRMACIONES SE BASAN,  como es   correcto, en la soberanía e independencia de cada estado del país. El pacto federal es un acuerdo de voluntades, pero sin perder la autonomía de cada entidad federativa. Pero resulta que hace unos días  otro   “gobierno”,  el gobierno del interior, salió de una aletargada ausencia para exigirles a  los estados que sólo habrá un semáforo: el federal. La locura y la esquizofrenia para la población. ¿A quién carajo se le debe hacer caso?  ¿Quién  manda? La  consecuencia de esa demencia oficial deriva en algo tan claro como que la razón se debe imponer:    cada estado seguirá, a su ritmo, el establecimiento de los semáforos que a su población convenga, haciendo a un lado, por lo menos en esto, el susodicho pacto federal. Y por el mismo tenor anda el tema de la cuestión fiscal:  el pacto federal se está empezando a resquebrajar, lo que dará  paso  o a un nuevo pacto federal acotado o a una   “nueva normalidad”.  ¿Lo puede usted creer?

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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