Por: Roberto Shoji Luna Nakachi, Director General del Instituto Mexicano Educativo de Seguros y Fianzas, A. C.

Siguiendo con los riesgos globales, toca el turno a los riesgos tecnológicos y espaciales.  La revolución industrial que inicia en Europa alrededor de la segunda mitad del siglo XVIII y que posteriormente se extiende al resto del mundo, supuso un avance no solo en la economía de su tiempo, también en lo político y en lo social.  Sin embargo, los cambios provocados por este hito histórico se fueron produciendo relativamente lento ya que el contexto era muy distinto al actual.  El expansionismo europeo, mediante procesos coloniales, estaba en su apogeo y nuevos actores internacionales estaban por surgir como el caso de los Estados Unidos.  Posteriormente, ya en el siglo XX, se producen dos grandes guerras que tuvieron alcance global y que al mismo tiempo impulsaron el desarrollo tecnológico.  A finales del siglo pasado vemos surgir una nueva revolución, esta vez referente a la información y las comunicaciones, principalmente por el uso masivo de Internet.  Es también en esta época histórica que se da la llamada guerra espacial, donde los Estados Unidos y la ex Unión Soviética establecieron programas gubernamentales para alcanzar los llamados cuerpos celestes y el espacio ultraterrestre.   La característica principal de esta revolución tecnológica es el cambio exponencial en todos los ámbitos de nuestra civilización ya que la inmediatez y la universalidad de las aplicaciones tecnológicas generaron riesgos que no solo afectan a los países, también a las empresas, a la sociedad y al individuo.

Ya en el siglo XXI, el Foro Económico Mundial (FEM), mediante el Global Risks Report, ha colocado a los riesgos tecnológicos (entre ellos el ciberespacio, la desinformación y los impactos adversos de la inteligencia artificial) entre las principales preocupaciones globales a corto y medio plazo. De modo paralelo, la actividad espacial comercial y militar se ha acelerado, generando nuevos riesgos sistémicos como consecuencias operacionales, económicos y geopolíticas que ya influyen en los mercados financieros y en la industria aseguradora.  Así, el Foro Económico Mundial enmarca ambos conjuntos de riesgos y analiza las implicaciones para los seguros y las fianzas, identificando desafíos de asegurabilidad, mecanismos de transferencia de riesgo emergentes y recomendaciones de política pública.

El FEM estructura los riesgos en horizontes temporales y los prioriza según percepciones de expertos.  En 2025, la organización destacó que entre los riesgos de mayor probabilidad y/o impacto figuran: la proliferación de la desinformación, los resultados adversos de tecnologías de IA y el aumento de ciberespionaje y ciberconflictos, todos potenciados por tensiones geopolíticas y cadenas de suministro más opacas. Estas amenazas tienen efectos directos sobre la integridad de infraestructura crítica, la confianza en mercados y la estabilidad macrofinanciera.  Por otro lado, a nivel micro, los riesgos tecnológicos representan un desafío para el sector productivo ya que vulnera la información que se comparte entre los actores de la economía, llegando a representar una barrera para el funcionamiento adecuado de los mercados, así como la disminución de la confianza en las transacciones mercantiles.

Aunque el FEM no publica un informe tan focalizado sobre riesgos espaciales como los tecnológicos, sus análisis sobre seguridad sistémica y sobre el auge de sectores estratégicos (incluida la economía espacial) permiten inferir la emergencia de riesgos espaciales interconectados: congestión orbital, proliferación de satélites pequeños (small-sats) que elevan la probabilidad de colisiones y cascadas de escombros, vulnerabilidades cibernéticas de satélites y la dualidad civil/militar de muchas plataformas espaciales. Estos fenómenos se traducen en externalidades sistémicas que confluyen con los riesgos tecnológicos (por ejemplo: ataques cibernéticos dirigidos a satélites que perturban mercados financieros o infraestructuras).

Los riesgos tecnológicos relevantes incluyen:

Económicamente, estos riesgos generan costos directos (pérdidas por fraude, interrupción operativa) y costos indirectos (mayor prima de riesgo, inversión en resiliencia, menor inversión extranjera). Además, la complejidad y opacidad del panorama dificulta la valoración actuarial tradicional, afectando la disponibilidad y precio de la cobertura. 

De esta forma, vemos como pasamos de la brecha digital, que obedecía al concepto de desigualdad en la adopción de tecnologías de información y de comunicación, a la brecha en IA con lo que se produce aún más desigualdad entre las naciones ya que el ritmo de adopción tecnológica hace que solo unos cuantos se beneficien de estas herramientas nuevas.  Por tal motivo, se multiplican los riesgos a los que se exponen tanto las empresas como los países ya que solo unos cuantos tienen la capacidad de innovar en IA para hacerle frente a dichos riesgos.

Respecto a los riesgos espaciales, los más relevantes son: colisión y cascada de escombros, interferencia y bloqueos de señales, ciberinfiltración de plataformas espaciales, riesgos de lanzamiento y fallos de satélites y la posible militarización de activos en órbita.  La multiplicación de constelaciones comerciales y la entrada de nuevos actores reduce las barreras de entrada pero incrementa la interdependencia sistémica.  Estas condiciones generan pérdidas de capital (satélites dañados o perdidos), interrupciones en servicios (comunicaciones, navegación, observación) y externalidades que afectan sectores como transporte, energía y finanzas.

Desde el punto de vista financiero, la emergente economía espacial ha impulsado la demanda de productos aseguradores (coberturas de lanzamiento, en órbita, responsabilidad por daños) lo que ha llevado a un crecimiento del mercado de seguros espaciales aunque con desafíos de capacidad y de modelización. Las valoraciones de activos espaciales y la financiación de proyectos dependen cada vez más de la existencia de soluciones de transferencia de riesgo creíbles. 

¿Qué papel tienen los seguros en este entorno?

El FEM y actores del sector asegurador sostienen que el seguro puede funcionar no sólo como indemnizador sino como regulador económico: mediante condiciones de suscripción y precios, los aseguradores pueden incentivar prácticas de ciberhigiene, gobernanza de IA y medidas de mitigación espacial.  Por ejemplo, la póliza puede requerir estándares mínimos de gestión de parches, auditorías de terceros o redundancias en sistemas críticos; esto transforma al seguro en un instrumento para internalizar externalidades.  No obstante, existen limitaciones prácticas:

            1.         Asimetría informativa y modelización insuficiente: eventos catastróficos sistémicos (un ataque simultáneo a muchos satélites o una vulnerabilidad IA explotada globalmente) son difíciles de modelar y diversificar, lo que reduce la capacidad de mercado.  

            2.         Capacidad de mercado y concentración: el reaseguro y los mercados especializados (Lloyd’s, grandes reaseguradoras) siguen siendo clave; sin suficiente capital o instrumentos de transferencia, parte del riesgo puede quedar no asegurado. 

            3.         Riesgo moral y dependencia: una cobertura amplia sin condiciones puede inducir comportamientos menos prudentes por parte de asegurados, ampliando la probabilidad de siniestros sistémicos que sobrepasan los marcos regulatorios.

La respuesta de mercados y aseguradores incluye:

A nivel global, se realizan esfuerzos para establecer políticas públicas, así como mejores prácticas para el sector financiero con la finalidad de mejorar la gobernanza y crear estándares técnicos que exijan prácticas mínimas (seguridad por diseño en IA y protocolos de resiliencia espacial) como condición para el financiamiento y la suscripción.  Adicionalmente, se requiere fomentar la transparencia y compartición de datos: bancos y aseguradores deben promover el intercambio de incidentes para mejorar modelos actuariales. Desarrollar mercados de transferencia de riesgo que incluyan instrumentos como bonos de catástrofe adaptados al ciberespacio y reaseguros paramétricos deben ser promovidos para ampliar capacidad.  Sin duda, la cooperación internacional es de vital importancia dada la naturaleza transfronteriza de ambos riesgos; se requieren marcos multilaterales sobre conducta en órbita y normas de uso responsable de IA, ciberdefensa, entre otros.

¿Qué papel juegan las aseguradoras y reaseguradoras?

La iniciativa privada especializada en riesgos se enfrenta a la acumulación sistémica difícil de modelar como lo demuestran los ciberataques a nivel global o los fallos masivos de IA, sumado a la naturaleza intangible de los datos, este tipo de riesgos producen un incremento de siniestros vinculados a la cadena de suministro digital.  Por otro lado, las aseguradoras y reaseguradoras enfrentan escasez de datos históricos para riesgos espaciales y de IA dado su recién aparición en el sector pero al mismo tiempo, su gran crecimiento en la vulnerabilidad. Actualmente se desarrollan modelos actuariales avanzados que se basan en telemetría (medición y transmisión remota de datos), machine learning y escenarios de estrés.  Se habla de pólizas modulares para ciber e IA, así como del reaseguro facultativo que permite la distribución de riesgos espaciales complejos, el desarrollo de productos paramétricos especializados, entre otras herramientas.

Hablando específicamente de los riesgos espaciales, estos han dejado de ser una preocupación de los gobiernos ya que desde hace al menos 10 años, un grupo de multimillonarios han reavivado la carrera espacial y su eventual actividad comercial.  Tanto Elon Musk como Jeff Bezos han destinado recursos significativos en este sector y con ello se han evidenciado riesgos como colisiones orbitales, generación de escombros espaciales, fallas de lanzamientos, ciberataques a control satelital y enlaces de comunicación, riesgos regulatorios por nuevas normas de tránsito espacial y dependencia crítica de proveedores tecnológicos.  La respuesta del sector asegurador ha sido desde la creación de seguros de lanzamiento de cohetes espaciales hasta contratos financieros para el cumplimiento de misiones críticas ya que cada siniestro representa millones de dólares en pérdidas.

Respecto al tema de los riesgos tecnológicos, ligados a las Big Tech (Amazon, Meta, Micosoft, Apple, Google, etc.), desarrolladores de IA y proveedores de almacenamiento de datos en la nube, se visualizan riesgos como los fallos sistémicos de algoritmos, ataques dirigidos a infraestructura de la nube y otros servicios de datos, desinformación automatizada que afecta la reputación, los mercados y la estabilidad social, interrupciones masivas por dependencia global de sus servicios, entre otros.  Para ello, se desarrollan coberturas cibernéticas de responsabilidad tecnológica ampliada, evaluaciones de impacto algorítmico como requisito financiero y del seguro, pruebas de estrés operacionales y contratos de continuidad del negocio basados en acuerdos paramétricos con proveedores por mencionar algunas de las respuestas del sector asegurador y reasegurador.

Finalmente, también el sector público como los reguladores y agencias espaciales, enfrentan riesgos que van desde la vulnerabilidad geopolítica en ciber y el espacio, la saturación orbital con actores privados sin estándares uniformes hasta los riesgos soberanos por caída de infraestructura crítica.  Para hacerles frente a estos riesgos, se requieren marcos regulatorios que exijan certificados de asegurabilidad mínima, estándares de ciberseguridad, normas de desorbitado y mitigación de daños generado por la basura espacial, incentivos fiscales para las aseguradoras y reaseguradoras para que desarrollen su capacidad para la atención de riesgos emergentes y algo fundamental, alianzas público/privadas para crear fondos de catástrofe cibernética o espacial.

Conclusiones

El FEM sitúa a los riesgos tecnológicos y a los riesgos espaciales entre las amenazas que pueden desencadenar efectos sistémicos en la economía global. Los mercados aseguradores y financieros desempeñan un rol central ya que pueden mitigar impactos mediante transferencia de riesgo y crear incentivos para la resiliencia, pero se enfrentan a límites técnicos y de capacidad. En consecuencia, una estrategia eficaz combina innovación financiera, estándares técnicos obligatorios y cooperación pública/privada para transformar la incertidumbre en riesgos gestionables y, al mismo tiempo, preservar la viabilidad económica de la emergente economía digital y espacial. 

La brecha digital ha sido superada por la brecha en IA que supone el aumento de las desigualdades de capacidades tecnológicas entre los países y las empresas de los países.  No solo se trata de aquellos multimillonarios que generan riqueza con los avances de la IA (por cierto, los medios especializados hablan de una posible burbuja a punto de reventar por la sobredimensión que se le ha dado a la IA en la economía, pero eso ya entraría en la lógica de los riesgos económicos, financieros y comerciales).

El agente de seguros probablemente no tenga actividad comercial en lo que respecta a los riesgos espaciales, pero sin duda si tendrá que conocer a detalle lo que sucede con los riesgos tecnológicos ya que estos han cobrado gran relevancia en los mercados y las empresas requieren cada vez más de protocolos que protejan sus datos ante eventuales ataques en la ciberseguridad.  La llegada de la IA y la automatización están cambiando no solo la forma de hacer negocios y del funcionamiento interno de las empresas, también están teniendo impacto en el ámbito laboral, lo que Yuval Noah Harari refiere como la “clase inútil” de humanos desempleados. 

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