Podríamos definir obesidad como el padecimiento en el cual los adipocitos (células que contienen grasa) almacenan en forma de tejido adiposo mayor cantidad de energía de la que se necesita. Se caracteriza por que el paciente presenta una cintura que mide más de 88 centímetros en las mujeres y más de 102 centímetros en los hombres, además de un índice de masa corporal (IMC) mayor de 25. El IMC se calcula dividiendo los kilogramos de peso por el cuadrado de la talla expresada en metros (IMC = kg /m²). Una persona con un IMC igual o superior a 25 se considera como un paciente con sobrepeso, y con más de 30 se considera obeso.
El organismo tiene una forma de almacenar energía para cuando haya poca disponibilidad de alimentos en el medio ambiente, y es mediante la grasa corporal. La función de los adipocitos es almacenar esta energía; por cierto, visto al microscopio, un adipocito tiene forma de anillo de compromiso, según la citología, que es la rama de la medicina que estudia las células.
En la mayoría de los pacientes con sobrepeso y obesos, la causa de estas alteraciones es muy simple: consumen más calorías de las que necesitan en su vida diaria, por lo que el cuerpo recibe el mensaje de que debe guardar, almacenar toda esa energía para el momento adecuado. Los adipocitos tienen una capacidad increíblemente grande de almacenamiento; y son muy celosos de su función, ya que, cuando el cuerpo necesita energía almacenada, la ocupará primero de otros lugares, como el músculo, antes de recurrir a los adipocitos. La energía aquí guardada es para momentos de una falta de alimento muy grave.
Éstas son otras causas de obesidad: herencia genética, edad, sexo, medio ambiente, malos hábitos alimentarios, falta de actividad física, embarazo, diversas enfermedades (como el hipotiroidismo, la depresión y los trastornos alimentarios), medicamentos (por ejemplo, los corticoesteroides y algunos antidepresivos).
La obesidad no necesariamente conduce a la muerte de quien la sufre, pero sí aumenta, y mucho, el riesgo de sufrir problemas de salud que a su vez aumentan la probabilidad de ese desenlace fatal; entre las enfermedades que están en este rubro se encuentran el síndrome metabólico, enfermedades cardiovasculares, eventos vasculares cerebrales (EVC), niveles elevados de LDL (“colesterol malo”) y triglicéridos, disminución de niveles de HDL (“colesterol bueno”), aumento de la presión arterial, diabetes mellitus, dificultad respiratoria del adulto, apnea obstructiva del sueño (AOS), ciertos tipos de cáncer (como el endometrial, de mama, de próstata y de colon) y patologías en huesos, articulaciones y músculos. La obesidad también puede contribuir a la formación de cálculos biliares.
El exceso de peso corporal es actualmente uno de los retos más importantes de salud en el mundo, ya que su magnitud e incremento en la población y la poca o nula importancia que se le dio en un principio producen un aumento significativo en el riesgo de padecer enfermedades crónicas no transmisibles que pueden ser mortales.
La obesidad está considerada como mala nutrición, y ha aumentado sustancialmente en las últimas cuatro décadas. Según un estudio del NCD Risk Factor Collaboration (NCD-RisC) publicado en 2016, entre 1975 y 2014 la prevalencia global de obesidad en hombres se triplicó, pasando de 3.2 a 10.8 por ciento, y en mujeres aumentó más del doble, de 6.4 a 14.9 por ciento. El NCD-RisC) es una red de científicos de la salud de diversos países que proporciona datos rigurosos y oportunos sobre los principales factores de riesgo de enfermedades no transmisibles para todos los países del mundo.
Actualmente, el Instituto Internacional de Desarrollo de Políticas para la Alimentación (IFPRI, por sus siglas en inglés) estima que más de una tercera parte de los 5000 millones de adultos en el mundo tiene sobrepeso u obesidad y que cerca de 41 millones de niños menores de cinco años presentan un peso mayor al normal.
México es un ejemplo claro de la transición nutricional de las últimas décadas. Para muestra, las encuestas nacionales de nutrición en el rubro femenino, entre 1988 y 2012 en mujeres de 20 a 49 años de edad: la prevalencia de sobrepeso y obesidad aumentó el doble (de 34.5 a 71.7 por ciento) en este grupo, por lo que actualmente se considera a estos males como una epidemia, ya que 7 de cada 10 personas adultas viven con problemas de exceso de peso. Éste es un problema relativamente nuevo, ya que se generalizó apenas en la década de 1980 con la llegada de los alimentos procesados y con el cambio del estilo de vida de los pobladores de las ciudades grandes, que a su vez atrajo a muchos mexicanos de las ciudades pequeñas a los grandes centros urbanos, y con esto más población tuvo acceso a los alimentos ultraprocesados.
Según estudios del Banco Mundial y de la Organización Internacional del Trabajo, la pérdida económica anual en México atribuida a la obesidad y a las patologías que ésta puede desencadenar es de 250 000 millones de pesos, debido a las afectaciones a la productividad, el deterioro de las funciones cognitivas del paciente y el aumento en el costo de la atención médica.
De acuerdo con la OMS (Organización Mundial de la Salud), para lograr disminuir significativamente la prevalencia e incidencia de obesidad se requeriría trabajar con una generación completa en la promoción de estilos de vida saludables y además lograr que estos cambios permearan perfectamente toda la generación parquue de esa forma la siguiente hiciera suyos esos estilos de vida. La OMS sugiere estrategias de cambio de conductas que solo pueden suceder si las condiciones de desarrollo de comportamientos saludables existen o se generan. Ello se consigue venciendo barreras sociales, culturales y económicas.
La forma correcta y saludable de prevenir, controlar y eliminar el sobrepeso y la obesidad es llevando una dieta equilibrada y realizar, de preferencia diariamente, algún tipo de ejercicio aeróbico. La manera apropiada de perder peso es lentamente, gradualmente, y de forma sostenida, acompañados siempre por el médico.
Todo paciente obeso y con sobrepeso requerirá un manejo integral. Como sucede en toda enfermedad compleja, aquí no es suficiente el médico especialista; se debe incluir, además del tratamiento médico, el nutriológico, el psicológico y, si fuese necesario, el quirúrgico. Es importante para el tratamiento modificar conductas alimentarias equivocadas y nocivas. Se deberá implementar un programa de actividad física de acuerdo con la condición general, el estado clínico y la edad del paciente, así como involucrar a la familia para que apoye al afectado en estos cambios.
Un punto importante en el tratamiento médico es el suministro farmacológico. Los medicamentos anorexígenos deben prescribirse (con vigilancia estricta) cuando no exista una respuesta adecuada al tratamiento dietético ni al ejercicio físico en pacientes con índice de masa corporal de 30 o más, sin enfermedades concomitantes graves.
Existen varios tipos de cirugía bariátrica, pero pueden dividirse grosso modo en tres grandes grupos:
- Restrictivo. Procedimiento que limita el volumen de alimento sólido que ingresa al estómago.
- Restrictivo/malabsortivo. Procedimiento que principalmente restringe el ingreso de alimento y reduce la absorción de nutrientes en el intestino.
- Malabsortivo/restrictivo. Procedimiento que principalmente reduce la absorción de calorías en el intestino y limita un poco el ingreso de alimento al estómago.
Un punto importante que se debe tratar aparte es la obesidad infantil. Los pacientes infantiles tienen mayor probabilidad de ser adultos obesos. Esto se explica por la teoría que dice que el número de adipocitos que se adquieren en la infancia permanecen en el organismo al llegar a la edad adulta. Esto quiere decir que, si durante la niñez existe un aporte calórico excesivo, el cuerpo responderá fabricando un número mayor de células grasas que aquellas con las que nació. Una vez iniciado este proceso, no se detendrá hasta que el cuerpo identifique que tiene el número adecuado de células, y este momento será en la adolescencia o cuando exista un equilibrio entre la ingesta de alimento y el gasto de energía.
Los niños obesos pueden tener cinco veces más células grasas que los niños de peso normal. Las dietas equilibradas en la edad adulta pueden disminuir el tamaño de las células grasas, pero no su cantidad; después de la cirugía con extirpación de tejido graso (liposucción), el paciente puede volver al anómalo peso anterior por la gran capacidad del adipocito de crecer (hipertrofia); por ello, enfocar los esfuerzos preventivos en la niñez resulta una estrategia eficaz de disminución de la obesidad y sus comorbilidades, que afectan en el corto, mediano y largo plazo.
Por todo lo anterior, las compañías aseguradoras muestran gran renuencia a asegurar a personas con obesidad, ya que para éstas la probabilidad de desarrollar una enfermedad crónica y costosa en su tratamiento es mayor que para las personas con un peso adecuado. Las áreas de selección de riesgos de las aseguradoras siempre están al pendiente del IMC de los solicitantes de cobertura, pues éste es un cociente de suma importancia para conocer la salud del prospecto.
Enrique W. Alarcón Martínez es médico y director de Operaciones en Médicos Asociados Nocrala Selarom, Dictamed.