Salud, ocio y amor

Charlemos seguros

El asegurador

Al inicio de  2022 podría asegurar que varios de nosotros comenzamos con una planeación estricta y detallada de todo lo que queremos lograr en este año. Puedo  aventurar que entre los objetivos planteados, además de los infaltables   “salud, dinero y amor”, añadimos una serie de metas que queremos lograr: hacer un viaje en particular, iniciar o concluir estudios que enriquezcan nuestra formación, como aprender un idioma, etcétera.        

Como consecuencia de esta planeación, se busca vivir la vida de una forma más acelerada  para obtener todo lo que se ha planteado, es decir, pasar de forma ágil de un presente a otro presente, alcanzando lo que el filósofo surcoreano Byung-Chul  Han (en lo sucesivo BCH) describe como “cuotas de experiencia”, mencionadas en su libro   El aroma del tiempo,   en el que me he inspirado para escribir este artículo.

BCH afirma: “Quien intenta vivir con más rapidez  también acaba muriendo más rápido. La experiencia de la duración, y  no el número de vivencias, hace que una vida sea plena. Una sucesión veloz de acontecimientos no da lugar a ninguna duración… La aceleración lleva a un empobrecimiento semántico del mundo”.

Reflexiono sobre estas palabras y creo que actualmente decir frases   como “Tengo  mucho trabajo”, “Estoy  corriendo, luego te busco” o  “No  he parado en todo el día” nos da la ilusión de proyectarnos equivocadamente como personas valiosas e importantes; se fantasea inconscientemente que con estas aseveraciones   se incrementa el atractivo personal porque denotan  prestigio y un sentido utilitario. (Podría arriesgarme a decir que incluso frases de este estilo ya se toman    como protocolo de saludo.)                         

Por otro lado, sería   inesperado  oír a alguien decir: “Hoy tuve un día tranquilo:  casi no hice nada”, ya que desde esta perspectiva, “dañina”, se afectaría a la reputación profesional, se generarían en el receptor miradas amenazantes y displicentes   ante un actuar pasivo y poco diligente.          

Viviendo en esta sociedad de inmediatez, se ha desarrollado algo conocido como   cronopatía, lo que   significa padecer  una obsesión por cuidar cada minuto de nuestro día  pero con la intención de que éste sea lo más productivo posible; por supuesto, entendiendo productividad como un sinnúmero de actividades por realizar. Nos enfocamos en el hacer   antes que en el ser.

El principal problema de padecer cronopatía es que, además de obligarnos a llevar una vida acelerada,    nos aleja del disfrute verdadero del momento.

Estas demandas de rapidez que se viven en el mundo  logran que por momentos  exista desconexión de vivencias relevantes, a las que hemos decidido no darles el espacio adecuado  porque “no tenemos tiempo”; cuando podría ser que el significado subyacente  de esta frase sea  más bien “no me interesan”.       El que no tiene tiempo  se pierde a sí mismo; en realidad, no tiene claro  en dónde desea colocar sus prioridades. Por el contrario, tenemos el ejemplo  de los amantes, que reservan tiempos en su agenda para reunirse.  Juntos, viven  momentos en los que se anhela que el tiempo se detenga: ante una mirada, un atardecer, una comida con amigos llena de risas. La lentitud promete sensibilidad ante la belleza del momento. El escritor Peter Handke afirmó: “¿Por qué nunca se inventó un dios de la lentitud?”.

Las prisas no son elegantes y no tienen aroma propio.

Por esta razón,   para el año 2022 también te deseo espacios de contemplación, de ocio,  ya que a éste se le respeta porque brinda oportunidades para reconectar, meditar, reflexionar. El ocio  está desligado de una necesidad o de un impulso;  no está al servicio de la dispersión, sino del enfoque.

Atendiendo a la reconfiguración de pensamiento que podemos ejercitar  para agregar conscientemente ocio a la vida, recomiendo dos aspectos importantes que se han de  considerar: dedicarle momentos después de una jornada importante de trabajo, actividad, etcétera,  y   aprender a dosificarlo. Se dice que el veneno está en la dosis, lo cual se aplica para esta situación.

Y así como te deseo espacios de ocio, también recomiendo los  de silencio, y una restricción   de aparatos tecnológicos sería una opción sensata y mentalmente saludable.   En la puerta de cierto  templo  se ha colocado  un letrero que dice: “Apaga tu celular.  Dios te quiere hablar”. ¿Será posible escucharlo en este espacio? ¿O   seremos capaces incluso de escucharnos a nosotros mismos? Replanteo  la pregunta del  principio: ¿nos permitiremos vivir estos momentos?       

En alguna ocasión, un agente me comentó: “Pero  yo no sé estar sin hacer nada;  si no corro todo el día, siento que no fue un día productivo;  y además siento que me aburriría”. Creo que hoy existe una fobia adicional a sentirse aburridos, cuando en realidad el aburrimiento también permite explorar nuevos caminos y alternativas de creación. Una persona muy querida para mí  me dijo una vez: “Si estás aburrida, es porque estás dejando de amar”, y el dejar de amar implica dejar de ilusionarse o de entusiasmarse con algo o con alguien, ¡de  asombrarse!,  ¡de sentir curiosidad!   No en balde  José Saramago dice: “La   vejez comienza cuando se pierde la curiosidad”. Considerando esta frase, te invito entonces a reflexionar: ¿con  qué edad emocional crees estar recibiendo el año 2022?

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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