Ya cuatro meses… ¿Y cómo nos va?

Charlemos seguros

El asegurador

Cuatro meses del año han pasado ya, y una de las preguntas susceptibles de ser planteadas es “cómo” voy con respecto de “mis” metas 2019 o, también, “cómo” me siento con “mis” resultados al concluir la tercera parte del año.

Una primera cosa, en este contexto, estriba en sincerarse respecto de si en verdad tengo metas claras y por escrito, y si son de un tamaño y plazo que retan y al mismo tiempo contienen indicadores que sean contundentes.

Habrá que admitir que, en la mayoría de las ocasiones, al hablar de metas se hace referencia solo   al trabajo que uno desempeña y que, por cierto, muchas de las veces uno solo tiene que ceñirse a ellas, fijadas por otros.

Las metas han sido tema de muchos estudiosos a lo largo  del tiempo, pues permiten, se afirma, organizarse mejor y, sobre todo, darle sentido a lo que hacemos, sobre todo si, como se aconseja, se asume a cabalidad el compromiso de lograrlas.

Circunscritos en el mundo laboral, habrá que admitir que no faltan las metas fijadas por la organización que lo contrata a uno, pero por lo general adolecen de la falta de definición que permitiría avanzar con firmeza o los indicadores son débiles, insustanciales.

No se trata, ahora, de describir una fórmula para fijarse una meta y desplegar luego una serie de pasos para conseguirla y administrarla,  sino, sobre todo en esta época, identificar cómo se siente uno al revisar lo alcanzado.

Con independencia de que uno tenga metas claras y por escrito y las haya desplegado en un periodo determinado para su ejecución y administración, lo cierto es que una revisión puede conducirlo a uno a distintos estados emocionales.

De ese modo, uno puede sentirse satisfecho o insatisfecho y, en ese tenor, responder o reaccionar con miras a lo que resta de 2019, serenos para afrontar ese periodo o nerviosos buscando a quién culpar   de nuestro tropiezo.

Porque, si bien es cierto que lo que existe en el entorno influye y en ocasiones hasta puede llegar a determinar, las causas que producen los resultados por lo general corren a cargo de uno por pensamiento, palabra, obra u omisión.

Quien se hace cargo de su vida tiene y usa, por lo general, su capacidad de pensamiento, por lo cual cuida lo que dice, lo que hace y es  consciente de lo que ha de omitir en el proceso de conseguir sus propósitos, en cualquier orden.

Por supuesto que incluso aquel  que hace lo anterior puede llegar a sentirse frustrado en algunos momentos debido a que, a pesar de todo, hay elementos ahí fuera  que parecen empecinados en plantar obstáculos.

La tentación de encontrar culpables crece entonces tanto en aquellas personas que asumieron el compromiso con su vida, con su trabajo, como en las que, sobre todo, ven en el trabajo algo sin otra finalidad que la de ganar dinero.

¿A qué viene todo esto? A que, al terminar un tercio del año, uno puede descubrir que no está   comprometido consigo mismo, con la familia, con el trabajo, y que carece de metas, desventajas muy serias para lograr el llamado éxito.

Es posible que detectemos toda una gama de situaciones que sintamos que nos colocan en una posición difícil, pero lo interesante será definir dichas situaciones y actuar para volver esas desventajas en ventajas.

No hace mucho, una de las conclusiones a las que llegaba tras analizar un tema que de pronto se me presento es “Caray,  en esto es como volver a comenzar”, al sentirme “solo” en esa nueva circunstancia.

La vida enseña que casi toda desventaja puede convertirse en ventaja. De modo que me puse a pensar y rápidamente concluí: “Qué  maravilla poder empezar desde cero un proyecto y aplicar en él todo lo aprendido”.

En cierta medida, el proyecto terminará por aprovechar lo aprovechable  y dejará de lado lo que en cierta medida podría romper, por la inercia, con las probabilidades de éxito que la idea puede tener al iniciar desde cero.

No nos asustemos si ni siquiera tenemos metas establecidas, pues la ventaja es que podemos ponérnoslas tal y como lo queramos o imaginemos; en lugar de amilanarnos porque el entorno se ha tornado  más complicado, pongamos a trabajar la imaginación y hagamos nuevas combinaciones…

Aunque a veces lo dudemos, todo el mundo quiere que tengamos éxito: solo pidámosles  ayuda a quienes pueden dárnosla, y, sobre todo, dejémonos ayudar, admitiendo que la ayuda más grande la recibiremos de aquel  a quien vemos en el espejo.

Es mejor enfocarse en  convertir desventajas en ventajas y avanzar hacia nuestra realización  que ocuparse de una lista, que puede ser larga, de personas, instituciones o  hechos a quienes culpemos de nuestra suerte.

Puede ser que no sean tiempos fáciles, pero poco será lo que ganemos si nos enfocamos a esperar a que alguien llegue a salvarnos. Ya iremos viendo cómo la mansedumbre no debe evitar que hagamos aflorar nuestro carácter.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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