Administración de riesgos y profesionalización

Charlemos seguros

El asegurador

LA CONVENCIÓN ANUAL DE ASEGURADORES  puso en la mesa el tema de la administración de riesgos.  Se le dio una importancia vertebral en el desarrollo del seguro. Y  la tiene. Cuanto más integral sea dicha administración, mayor será el entendimiento del seguro como una pieza que forma parte de un todo y, en consecuencia, será también más probable  que una persona se incline por la contratación de las coberturas que requiere en función de su entorno.

RESULTÓ INTERESANTE QUE EL Gobierno  esté apuntando precisamente hacia esa disciplina,   la administración de riesgos, para manejar los diferentes riesgos que enfrenta en  sus múltiples caras: los riesgos del capital humano, los riesgos de automóviles y otros medios de transporte para diversos usos, los  que amenazan a los edificios de oficinas (que pueden ser desde simples construcciones arquitectónicas e ingenieriles hasta monumentos históricos, por su antigüedad y estilo), así como los riesgos de las obras de arte que los decoran en sus murales y fachadas; y  otros, relativos a la tecnología, como los satélites o algunas generadoras de energía, que son todos bienes propiedad de la nación y al servicio de ésta.   

BAJO ESA VISIÓN, EL GOBIERNO  cuenta sin duda con los recursos materiales   —y podrá conseguir los humanos— para establecer una unidad solvente  en conocimientos y capacidad para definir y desarrollar planes y proyectos integrales al respecto. Obtendrá una canalización adecuada de recursos económicos para, con el tiempo, lograr ahorros en la preservación, conservación, reconstrucción y, en su caso, sustitución  de bienes; así como programas de prevención a largo plazo. En efecto, así sucederá si todo se realiza de la forma adecuada y con la intervención de expertos cuya integración no dependa de su filiación política.

DE SER ASÍ, LAS ASEGURADORAS  competirán de manera más objetiva por ofrecer coberturas detalladas cuyo alcance y amplitud se ajuste a la medida exacta de las necesidades determinadas por el área referida. Hablamos de una  competencia que se esperaría sana a partir de licitaciones fundamentadas en los estudios y análisis ahí desarrollados.

LA CUESTIÓN ENTONCES SE PLANTEA en  relación con el sector privado. Esto es, se sabe que una   cantidad grande de empresas, comercios e industrias se encuentran en esquemas de bajoseguro; cuentan  con coberturas insuficientes que caerían en proporcionalidad; y, eventualmente, acusan falta de coberturas para algunos riesgos que por diferentes motivos son desdeñados.

ESTA  ÚLTIMA  SITUACIÓN PUEDE  deberse a diferentes causas. Puede ser por falta de recursos económicos (con la misma visión y razonamiento de las personas físicas que no se aseguran   “porque no hay dinero”), porque no acaban de comprender la utilidad del seguro bajo el supuesto de “a mí no me va a pasar”, o porque no cuentan con la correcta y amplia asesoría de   “su” agente de seguros, si es que tienen alguno.

Y ES QUE SUCEDE  QUE, cuanta más experiencia y estructura tenga un agente,   más probable será que pueda brindar una asesoría de 360 grados respecto de     los riesgos que amenazan a muchas empresas. El tema aquí es: ¿cuántos agentes tendrán los conocimientos necesarios para brindar una visión amplia como la que supone  la administración de riesgos?      

LA INTUICIÓN HACE SOSPECHAR que no muchos agentes cuentan con esa visión y preparación. Lamentablemente, los sistemas de reclutamiento y selección de agentes que practica la mayoría de las aseguradoras que recluta   “sangre nueva” (las otras sólo piratean) se fundamentan en perfiles poco exigentes (buena actitud, prepa terminada, orientación al logro, ambición y dinamismo, por mencionar los requisitos más frecuentemente encontrados en las convocatorias públicas). Y todo porque siguen buscando vendedores de Vida Individual  y, cuando mucho, Autos. Ya después se integrarán a Gastos Médicos, seguros de Hogar y demás. De cédula B ni hablar; y, en cuanto a la C, ésta virtualmente no existe en la bolsa de inversiones de las aseguradoras.

POR LA MISMA RUTA SE OBSERVA  que la inversión en capacitación obedece cada vez más a posturas mezquinas, ahorros malentendidos y una interpretación pobre de la figura del intermediario como un profesional que tiene la libertad de correr sus ofertas ante más de una aseguradora a la vez. Entonces le invierten sólo hasta el nivel de cédula   A, pues, si se le invierte más, “se lo van a llevar a la competencia, y sin que les cueste”. Ésa es la visión.

Y LUEGO VIENEN LOS DISCURSOS de que hay que profesionalizar al agente de seguros. Pues sí, pero no dicen cómo;  o tal vez no saben cómo. Profesionalizar a los agentes tiene que ver con conocimiento, preparación y visión amplia de los riesgos, así como con el entendimiento de éstos.    Es conocido el caso de un montón de agentes que hablan del seguro de calderas, y nunca han visto una; o de los que hablan de riesgos en puertos marítimos, y en su vida se han parado en un puerto de carga ni se han asomado a las bodegas y sus precarias condiciones. Lo mismo ocurre con seguros de ingeniería y otros, como las coberturas para embarcaciones menores de placer:   en su vida se han subido a una lancha en Chapultepec.

LA PROFESIONALIZACIÓN DE LOS  agentes está más cerca de las   “visiones empresariales”, “credos universales”,   principios de falsa filosofía y cursos de “agárrense de las manos”.    Mientras se sustituya la preparación documentada con cantos y juegos, la profesionalización de los agentes seguirá siendo un padecimiento. Y no es del todo culpa de ellos… Tiene  que ver con el principio de la mínima inversión posible.     

LOS AGENTES O ASPIRANTES A ELLO deben mostrar la capacidad de aprender sobre una   cantidad amplia de temas que, de origen, no dominan. Por ejemplo: bases de ingeniería, de medicina, de leyes, de administración de empresas  y de la operación de diversos giros de empresa; con ello serán capaces de comprender y detectar los múltiples riesgos que amenazan a una empresa de tal o cual sector o giro. Es precisamente en eso en lo que deberían  ser capacitados, o bien esos temas podrían incluirse en los perfiles y procesos de selección. Esto va mucho más allá de simplemente presentar y aprobar el truculento examen de la CNSF (asunto doloroso, deformado y digno de la peor estima del sector). Si ese examen les duele a las empresas, imaginemos cuán doloroso resultará darles  una formación sólida y extensa a los agentes.

EN CUANTO AL DESARROLLO del sector en los mercados de la iniciativa privada, pues habrá que ver si las empresas que escatiman dinero para la contratación de seguros en las condiciones que ya se mencionaron   están dispuestas a destinar recursos para contar con estudios y asesoría integral en administración de riesgos, algo que por supuesto se agrega al costo de sus seguros. El Gobierno sí está dispuesto.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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