Para hablar públicamente del fascismo, las autoridades y los intelectuales de “izquierda” deberían estudiar mejor las emociones y el pensamiento de Benito Mussolini, creador de esta ideología, engendrada en Italia.

Al referirse a esta doctrina de extrema devoción o exaltación de su líder (“il Duce”), que sumió en la oscuridad a toda su nación, deberían explicar que el fascismo   nace del socialismo, crece y se alimenta del socialismo, y termina persiguiendo a los socialistas críticos y disidentes.

 

Termina por convertirse en un Estado totalitario  “sin color”, esto es, deja de ser de “izquierda” para convertirse en una dictadura  como lo han sido todas: antidemocráticas, persecutoras, intolerantes. El fascismo  jamás fue de “derecha”.

Trataremos de resumir las principales características de este movimiento  (bautizado así por su líder), que llevó a Mussolini a la muerte, tras ser sentenciado por sus propios colaboradores, fusilado por sus opositores (los partisanos) y apedreado por sus seguidores, tras ser colgado en una plaza pública.

 

¿Qué hizo Mussolini y su fascismo?   

 

  1. Aniquiló sistemáticamente   las instituciones democráticas de Italia; creó un programa centrado en una visión totalitaria del Estado: el  pueblo es el Estado, y el Estado es el pueblo. “Todo para el Estado; nada contra el Estado; nada, absolutamente nada, fuera del Estado”.

 

  1. Socavó el sistema judicial independiente (piedra angular de toda democracia), debilitó y despidió a los jueces, principalmente a quienes dirigían las investigaciones de los asesinatos cometidos contra líderes   opuestos a esta ideología.

 

  1. Anunció una amnistía para los acusados de crímenes; por ejemplo, dejó en libertad a los homicidas de Giacomo Matteotti, su principal oponente, a quien mandó secuestrar y ejecutar por defender la democracia en Italia y no dejarse comprar por el Movimiento”.

 

  1. Celebró el poder militar  (militarizó Italia) y sobredimensionó la Extrema Devoción a la Nación y la Superioridad del Pueblo; construyó su ideología bajo la premisa de restaurar la grandeza de Roma y el glorioso pasado de Italia.

 

  1. Con el control pleno del Gobierno,  utilizó otra táctica dictatorial para asegurar la devoción de las generaciones futuras: el adoctrinamiento de los niños y jóvenes, diseñado para crear un fervor fanático hacia él y para justificar la dureza del régimen.

 

Los libros de texto   fueron reemplazados por otros con contenido fascista; las portadas promovieron su mandato y su imagen personal; creó los Diez Mandamientos Fascistas, que niños y jóvenes tenían que memorizar: “Mussolini nunca se equivoca. Mussolini siempre tiene la razón”. Quería una juventud comprometida. Control total del magisterio.

 

  1. Desde el principio, convenció a la gente de que no había otra alternativa, otro camino, otro  mandato para satisfacer las necesidades del país; aprovechó el descontento de la gente, agotada y cansada del viejo sistema.

 

  1. Mussolini se describió a sí mismo como el único líder que tiene la nación; dijo simbolizar la autoridad y el poder del césar:  “Veinte millones para un solo corazón, una sola voluntad, una sola decisión”.

 

  1. Sin ser religioso (aunque hablaba de Jesucristo), Mussolini se comparó con Adolf Hitler, como un Hombre Providencial Divinamente Designado para lograr sanar a su país; veía el final de la era de Dios, de la creencia en un Dios, la muerte de Dios.

 

  1. Utilizó otra herramienta en toda dictadura: la creación de un enemigo común como chivo expiatorio (leitmotiv), como fuerza central para unificar al descontento pueblo, para controlar a las élites.

 

Hizo pensar a sus seguidores que los estaba protegiendo de la ruina generada por los enemigos internos: los dueños del capital y de la propiedad privada; atribuyó su furia a lo retrógrado de su nación porque la riqueza estaba concentrada en manos de terratenientes e industriales.

 

  1. Creó un fuerte partido político, un “Movimiento”; se dijo comprometido a trabajar con el sistema (“de ser necesario”), pero su idea era crear una auténtica revolución.  “Estamos tan organizados que nadie podrá destruirnos”.

 

Como fuerza mayoritaria en el Parlamento, los líderes electos se convirtieron en más que una ideología, sin la mínima intención de seguir las reglas de la democracia.

 

Expresaron su odio a la democracia, incluso a sabiendas de que debían trabajar dentro de su estructura; los líderes fascistas planearon destruir la democracia desde dentro; utilizaron la violencia para obtener lo que quisieron.

 

Consideraron que el cambio  no podría surgir mediante las elecciones, mediante el paso de un cambio social y cultural normal, sino a través del sufrimiento. “El cambio debe venir mediante la violencia y la insurrección”. Sus intelectuales apoyaban estos principios.

 

  1. Perfeccionó el arte de conectarse con la multitud; entendió el mecanismo del adoctrinamiento masivo; reunió a un extenso grupo de “verdaderos creyentes”, extraños líderes que consolidaron el primer “Movimiento Fascista”. Creó un ejército de seguidores (los “camisas negras”).

 

Apeló siempre a la nación; pidió a la gente unirse a su causa; llevó su mensaje a las calles, hizo mítines, ofreció discursos, supo cómo administrar la preocupación   de las masas descontentas; convirtió esto en una patología.

 

  1. Los industriales y terratenientes tuvieron miedo a una guerra civil, a la anarquía, a un levantamiento socialista; se desató la guerra psicológica; los poderosos cedieron a su liderazgo; terminaron pensando que Mussolini arreglaría todo. Le ofrecieron apoyo financiero.

 

Pensaron que con darle poder lo contendrían, que podrían invitarlo como primer ministro  porque eso lo calmaría. Comprobaron que fue un error fatal. Fallaron. Mussolini tocó los tambores de guerra contra ellos. Los traicionó.

 

Al igual que los poderosos, mucha gente que apostó por “il Duce” se sintió traicionada, perseguida; los fascistas destruyeron sindicatos disidentes; golpearon y mataron a líderes de oposición; la gente fue atacada en las calles, en sus casas, en las urnas.

 

  1. Aumentó la censura a la prensa libre prohibiendo cualquier cobertura “negativa”; envió  escuadrones para atacar las redacciones de los periódicos disidentes; obligó a los periódicos a reportar la grandeza de “il Duce”. Los medios se doblegaron ante la propaganda oficial.  

 

  1.  Aplicó otra táctica dictatorial: el uso de la violencia para eliminar la duda dentro del régimen y evitar que la oposición se alzara en su contra; glorificó el uso de la fuerza para lograr las metas del Estado sin importar el costo político.

 

  1. Aseguró (tomó) todas las oficinas de Gobierno  y vías de comunicación principales; si no se veían cumplidas sus peticiones, ordenaba a las hordas fascistas tomar el control de todo.

 

  1. Conforme fue ganando  más poder, el fascismo  quiso ir demasiado lejos, demasiado rápido; se volvió más violento; los veteranos del Movimiento” comenzaron a entregar sus credenciales partidistas. Mussolini anunció abiertamente en el Parlamento el inicio de su dictadura. El fin de la democracia.

 

  1. Se unió a otro “movimiento” (el “futurismo”)  que celebraba la rapidez, el poder y la violencia. Su   máxima expresión fue difundida: el conflicto como fuerza purificadora de la decadencia que reina en la sociedad. Su manifiesto: “La guerra es la higiene del mundo”.

 

Mussolini es atraído hacia una extraña forma de socialismo; convocó a una revolución violenta   que despojaría a los ricos de sus bienes para compartirlos con los pobres. Quería derrocar a todos.

 

Se convirtió en   agitador; los socialistas lo expulsan del partido al ver que exponía a la clase trabajadora a todo peligro. Fue el paso importante para el camino a la dictadura. La tiranía y el odio son  como el pueblo italiano los recuerda.

 

“Il  Duce”, padre del fascismo,   tenía un rebelde y furioso temperamento; era un joven conflictivo, agitador e iracundo; gozaba de una especie de atracción por   la violencia.

 

Consecuencias del fascismo   

 

Durante el mandato de Mussolini, la inflación y el desempleo aumentaron  en toda Italia; hubo un sentido de emergencia nacional; surgieron más de 2000  huelgas, y los trabajadores tomaron las fábricas; prevaleció una especie de guerra civil; apareció la impotencia para detener el caos.

 

Mussolini enfrentó problemas que no pudieron resolver ni la propaganda ni el adoctrinamiento: la economía sufrió, el descontento comenzó a esparcirse. Italia estaba al borde de la revolución.   Se le escapó la estabilidad de las manos.

 

“Il   Duce” se convirtió en un profeta de la perdición. “Todo se desmorona, todo está cuesta abajo, pero revertiré la Regeneración y yo soy su salvador”, repetía; trataba de distraer las terribles políticas o su pobre desempeño, una manera de evitar que la oposición desafiará su dictadura.  

 

Sus generales le advirtieron de los riesgos y peligros por las decisiones tomadas; creció la preocupación en la jerarquía fascista; se generó la división interna. Mussolini los desoyó. Mussolini fracasó.   Italia quedó terriblemente diezmada, hecha un desastre. El dictador tuvo su imperio, pero a un costo político demasiado alto.  

 

El “líder”  perdió su encanto; Mussolini cometía un error tras otro; sus seguidores estaban furiosos de sus fracasos; los jerarcas militares de alto rango y líderes fascistas se reunieron para planear su caída. Terminaron por derrocarlo.

 

Mussolini y Clara Petacci, su fiel compañera, fueron llevados a prisión; al intentar huir fueron capturados por los partisanos antifascistas, quienes organizaron una corte improvisada y los fusilaron.

 

Sus cuerpos, junto con los restos de otros líderes fascistas, los de mayor jerarquía, fueron colgados en una estación de combustible para mofa de la turba, que los apedreó ya muertos.

 

La revolución fascista  de Mussolini terminó de forma sangrienta; los italianos dieron la espalda a su ideología de violencia y terminaron respaldando, de nuevo, la creación de una república democrática.   Fin de la historia.

 

En México, los gobiernos federal, estatales y municipales de cualquier signo político  deben tomar en cuenta esta experiencia política porque, lamentablemente, algunos podrían concebirla  como un buen ejemplo de autoridad. Entonces, que se atengan a las consecuencias. Sobre aviso no hay engaño.

 

Élmer  Ancona ha colaborado en los periódicos Reforma y Milenio, en revistas del Grupo Editorial Expansión y en Notimex, entre otros medios. Ha participado en áreas de comunicación social y política  de los gobiernos federal, estatal y municipal.

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