El 2 de enero de 2024, un Airbus 350 de la línea Japan Airlines se estrelló en la pista de aterrizaje del aeropuerto de Haneda, en Tokio, con un avión de la Guardia Costera de Japón. La aeronave transportaba a 367 pasajeros y 12 miembros de la tripulación, saliendo todos ellos ilesos, lo que no ocurrió con los integrantes de la aeronave embestida, en la que cinco de los seis pasajeros, que se encontraban entregando ayuda a los afectados por el terremoto, perdieron la vida.
Este siniestro, en apreciación de especialistas en aviación, es el resultado de una “evacuación modélica” y de mucha actitud y calma de los pasajeros; por otro lado, auténticamente, este acontecimiento bien podría validar el dicho de que, “cuando no te toca, aunque te pongas”.
Aún se encuentra en proceso el peritaje para determinar las causas del accidente; sin embargo, Japan Airlines estima que el evento arrojará una pérdida por daños materiales de alrededor de los 105 millones de dólares, siendo AIG la compañía que asegura la flota de esta empresa aérea, la cual dio a conocer que la aeronave siniestrada contaba con una póliza “todo riesgo”, con una cobertura de 130 millones de dólares.
Algunas versiones en torno a las circunstancias que dieron pie a la colisión señalan que al avión de pasajeros se le había dado permiso para aterrizar, y el avión de la Guardia Costera no había recibido autorización para despegar, según las transcripciones del control de tráfico aéreo publicadas por las autoridades.
Tras el análisis de los diálogos que se encuentren en las cajas negras de los aviones y los peritajes que se realicen se podrá obtener la reconstrucción de los hechos que lleve a determinar con mayor precisión las causas que llevaron a esta tragedia, sobre todo, porque los expertos en aviación subrayaron que para que una situación de esta naturaleza ocurra, normalmente es porque se generaron numerosas fallas de seguridad que hay que aclarar.