Hacer que las cosas sucedan

El Asegurador

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Por: David Rojas Arroyo

david.rojas@bejumper.com.mx

Hacer que las cosas sucedan es la piedra filosofal de las organizaciones: ese momento místico en que la empresa empieza a tener claridad de su futuro, cuando son evidentes los resultados de sus proyectos y se ve la luz al final del túnel; ese momento reconfortante en que se empiezan a cumplir las promesas y las piezas caen en el lugar correcto. Es ese instante de éxtasis y calma combinadas con tiempo para pensar en el futuro, la certidumbre nos inyecta un shot de energía para seguir adelante, empiezan a sonar las monedas en la bolsa del pantalón, los clientes nos buscan para hablar del siguiente encargo…

Sin embargo, la realidad es otra.

Porque hablamos de planes de trabajo y metas a todos los plazos; hacemos presentaciones de powerpoint, algunas más feas que otras, preparamos reportes de avance; otros, más sofisticados, subimos la información a plataformas de seguimiento en la nube, queriendo encontrar en la tecnología las respuestas que hacen falta en el campo de trabajo; más aún, con laptop en mano algunos nos sometemos al escrutinio del patíbulo de la alta gerencia, y, del otro lado, desde el palco de la dirección, señalamos los errores, nos agitamos ante la ambigüedad, la falta de compromiso, la confusión, la lucha entre egos y la falta de comunicación…

Al final, una vez más la carnicería que llamamos “reunión de avance” termina, pero todos salimos incompletos, insatisfechos: unos porque saben que no todo lo que dijeron era cierto, y otros porque saben que la mayoría no fue cierto, y el resultado es que las cosas no suceden.

Hacer que las cosas sucedan requiere más que competencia, experiencia, buenas intenciones y herramientas. Tómate un momento para recordar los nombres de los colaboradores de tu círculo cercano que hacen que las cosas sucedan. Si tienes más de tres, avanzas en caballo de hacienda. Te felicito. Pero puedo apostar a que la mayoría no llega a tres… No se me malentienda. No hablo de que todos los demás colaboradores no estén comprometidos, o estén mal preparados, no conozcan su trabajo o no tengan la camiseta; solo estoy haciendo hincapié en los colaboradores que pueden hacer que la organización, con todos sus pesados y complejos engranajes, se mueva hacia la meta establecida.

En todos los niveles jerárquicos, en todas las áreas y en todos los frentes, tales colaboradores clave resultan fáciles de identificar: son intensos, brillantes; los amas o los odias; dejan de lado las peleas de egos; combinan la precisión y la intensidad de un rayo láser. Jamás ponen pretextos, siempre hablan del cómo si, la pena los corroe cuando no llegan a la meta. Solo son felices cuando las cosas suceden…, pero son contados.

La buena noticia es que esta capacidad es contagiosa, y se puede crear, porque el ingrediente secreto no es una característica nata, ni requiere un nivel de IQ fuera de serie. No. La capacidad de hacer que las cosas sucedan empieza como una forma de pensar. Por lo tanto, si creamos ambientes fértiles para inyectar el paradigma de pensamiento de hacer que las cosas sucedan, tarde que temprano recolectaremos los primeros frutos.

¿Tú eres de los que hacen que las cosas sucedan? ¿Sí? Entonces, ¿qué hiciste este año para crear este paradigma de pensamiento en tu empresa? ¿Nada? ¿Dejarás pasar esta oportunidad?

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