La cruda y libre realidad

Charlemos seguros

El asegurador

Felipe, director de área, exclamaba en una sesión de coaching: “No puedo creer que le hayan dado la promoción a Octavio. Él  no tiene ni la mitad de la experiencia que yo tengo, y ni siquiera conoce del sector; viene de una organización totalmente diferente. ¡No puedo creer que mi jefe haya tomado esa  decisión! ¡No es justo!”.

¿Cuántas veces nos hemos encontrado en circunstancias similares a la de Felipe o hemos señalado eventos que desde nuestra perspectiva  son totalmente injustos, e incluso irracionales?

Melvin Lerner, psicólogo estadounidense, elaboró un estudio en el que demuestra que los seres humanos tenemos la necesidad de vivir en un mundo justo y ordenado  y que defenderemos esta postura aun cuando la realidad sea totalmente distinta. Nos parece mucho más fácil comprender que vivimos en un mundo predecible y ordenado por leyes, y nos resistimos a ver situaciones inentendibles, e incluso ilógicas;  de ahí que usemos ante ellas una dosis altísima de negación:

  •         “¿Por qué le pasa a fulanito algo tan malo  siendo él tan bueno? No lo entiendo”.
  •         “A las personas buenas les deben pasar cosas buenas”.

O busquemos  justicia a la inversa:

  •         “Tiene lo que se merece”.
  •         “Lo que le está pasando ahora es el karma:  debía pagar por lo que hizo”.

Lerner afirma que, como seres humanos, necesitamos acomodarnos en un mundo equitativo, recto;   creer que todo tiene una razón de ser. Negarnos a aceptar que la realidad es muy diferente nos lleva a un estado de frustración y de cuestionamiento crónico.     

“¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué trajeron a alguien sin experiencia? ¿Por qué no me aumentan el sueldo, cuando he demostrado tanto?”. Soy  consciente de que formular estas interrogantes nunca contribuye a la comprensión de la desilusión o el sufrimiento, y mucho menos a su superación.  

Aun cuando vemos a diario  situaciones incomprensibles, existe la posibilidad de tomar una decisión   respecto a éstas y ser libre. El filósofo Jean-Paul Sartre nos regala el concepto de   mala fe, mediante el cual explica que tenemos una creencia falsa de que no somos libres. Si sumáramos este concepto a nuestro DNA, reconoceríamos que la capacidad de decisión que tenemos  puede ser un factor para ser felices, comprometernos con nuestras propias decisiones y apropiarnos de nuestros fallos, lo cual nos alejaría de excusas y reclamos.

Sucede también, a veces, que el mayor de los talentos que podemos tener es aprender a tolerar la inmovilidad,  a no hacer nada y a tener el criterio para distinguir hasta dónde podemos seguir insistiendo, llámese una acción nueva, una conversación pendiente, un   esfuerzo que deseamos repetir, etcétera.    

De manera personal, cuando me enfrento a situaciones adversas respecto a  las que creo que no existen opciones, elaboro dos sentencias que me brindan una mirada diferente:

          De esto  que ocurre, ¿qué me está costando aceptar?

          Ante esto que me pasa, no tengo la libertad de…; pero sí tengo la libertad para…

Esto nos ayuda a recordar constantemente   que el mundo es aleatorio y caótico, y aun  divertido, por qué no, y que nosotros somos el capitán de nuestro propio barco; esto es,  que llevamos el timón de nuestra propia existencia.

Victor Frankl afirmó: “Cuando no se puede hacer nada más, todavía se puede hacer algo: se puede cambiar la actitud hacia el destino adverso”.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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