“Esperar siempre lo mejor, pero estar preparados para lo peor”. Nunca  antes me pareció tan llena de sentido esta frase del dalái lama; y es que  la historia nos ha enseñado que las catástrofes son impredecibles. Se producen cuando menos las esperamos; y a veces ocasionan daños irreversibles. Por ello es importante estar preparados, listos para actuar ante cualquier contingencia  y, lo más importante, concebir los seguros como una inversión, y no como un gasto.

Esa reflexión  me lleva a recordar que en 2017 se registraron 301 eventos catastróficos en todo el mundo; 183 fueron naturales y 118 fueron  ocasionados por el hombre. En conjunto, estos desastres originaron pérdidas totales por 337,000 millones de dólares y una brecha de protección frente a ellos  por 193,000 millones de dólares.

Los factores de riesgo que más daños generaron fueron los inducidos por las condiciones atmosféricas. Concretamente, la temporada de huracanes activa en el Atlántico norte,  así como una serie de incendios forestales, tormentas y fuertes precipitaciones en diferentes regiones, condujeron a registrar el nivel más alto de siniestros globales por catástrofes en un solo  año.

Se estima que más de 11,000 personas perdieron la vida o desaparecieron. Si hiciéramos un análisis de dicha cifra, encontraríamos que 8,000 fueron víctimas de diferentes desastres naturales y 3,000 fueron afectadas por los llamados siniestros antropógenos, entre los que sobresalen: explosiones de bomba, terrorismo, catástrofes marítimas, naufragios y accidentes de aviación.

Los daños económicos del año pasado significaron el 0.43  por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) global, y representaron casi el doble del total registrado en 2016 (180,000 millones de dólares); una  cifra importante si consideramos que el sector asegurador cubrió cerca de 144,000 millones de dólares, o bien más de dos quintas partes de las pérdidas.

El evento que concentró mayores daños asegurados, en términos globales, fue el huracán María, en El  Caribe y Puerto Rico, el cual provocó siniestros por valor de 32,000 millones de dólares. También   fueron desastres de gran consideración los huracanes Irma y Harvey, que causaron daños asegurados estimados en  30,000 millones de dólares en Estados Unidos y El  Caribe.

El trío HIM (Harvey, Irma y María) pone de relieve que no solo   la gravedad de una única tormenta se ha de tomar en cuenta, sino que la frecuencia de los huracanes es una variable igual de importante que hay que considerar a la hora de modelar  escenarios de daños. También existen factores de riesgo secundarios, como las lluvias intensas, que pueden acompañar a los huracanes, como fue el caso de Harvey, que  provocó inundaciones generalizadas en la región de Houston, en el estado  de Texas.

Los indicios muestran que el Atlántico norte  permanece en una fase de actividad de huracanes, y los modelos climáticos predicen una presencia más frecuente de diversas características observadas en las tormentas HIM. La conclusión es que, en el futuro, posiblemente será más frecuente la agrupación de huracanes, y esto es motivo de enorme preocupación.

El Caribbean Catastrophe Risk Insurance Facility (CCRIF, por sus siglas en inglés), mecanismo de seguros contra riesgos catastróficos de El  Caribe, ha cubierto parte de los daños, desembolsando 54 millones de dólares para ayudar a aquellas islas caribeñas afectadas por Irma y María, lo que proporcionó a los gobiernos liquidez para realizar actividades de respuesta inmediata después del desastre.

El rápido desembolso que realizaron las aseguradoras (14 días) y la subsiguiente liquidez    —aunque pequeña en relación con los daños totales— subraya una ventaja importante que puede ofrecer el seguro y habla de su utilidad a la hora de reducir brechas de protección existentes.

Las  palabras del dalái lama   (“Esperar siempre lo mejor, pero estar preparados para lo peor”)  desde mi óptica se pueden traducir así: “Vencer el reto de siempre estar preparados”.

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