¿Narcisista yo?

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En la mitología griega, Narciso era un joven con una apariencia bella, hermosa y llamativa. Todos los hombres y mujeres quedaban enamorados de él, pero siempre los rechazaba. Entre las jóvenes heridas por sus desaires estaba la ninfa Eco, de  quien Narciso cruelmente se negó a aceptar su amor. Para castigar a Narciso por su engreimiento, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que el joven  se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de separarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas.

Hoy por hoy se juzga con mucha facilidad quién es narcisista; pero se requiere analizar con mayor profundidad el concepto para no “diagnosticar” a la ligera.

Poseemos un ensimismamiento natural, ya que desde que nacemos  necesitamos constantemente la atención de los demás. Nuestro deseo más primitivo es colocarnos ante el deseo del otro; ser visto por el otro.

Dependemos de los vínculos que construimos con los demás. La calidad de atención que recibamos en este aspecto  nos coloca de una manera diferente ante nuestra existencia.

Así pues,  el narcisismo no es amor propio, sino más bien el narcisista es aquel individuo que, al no tener un yo conformado, se confunde y requiere   atención externa para poder validarse; y, cuando no se logra la aprobación de los otros, se echa a andar la maquinaria egotizada para demostrar a los demás quién es.   

Todos tenemos alguna dosis de narcisismo; y,  cuando esto se convierte en disfuncional, se concibe como narcisismo  profundo.

Existen también los narcisistas ocasionales, aquellos que son capaces de abrazar la imagen completa de sí mismos; saben que pueden equivocarse y no se penalizan ante los errores cometidos. Poseen buen sentido del humor en cuanto a sus propias fallas y no necesitan de forma constante escuchar palabras de aliento para sentirse útiles en su trabajo.

Los narcisistas profundos dependen totalmente de la opinión de los otros, ya que pudieron haber sufrido una huella de aceptación desde muy temprana edad, o puede ser que no tengan un yo totalmente definido, y por lo tanto se vuelven expertos en llamar la atención, teatrales y  exhibicionistas; y llegan a convertirse en adictos a esta atención. Si poseen un perfil más introvertido, se generan un mundo propio en el que consideran que son superiores a los demás, poseen un yo imaginario y alejan a sus congéneres.     

El gran secreto del narcisista profundo es que no quiere permitir que lo descubran en sus entrañas más profundas relacionadas con la vergüenza; por eso se defienden de manera constante.

Ante ello, he  diseñado un narcistómetro,  que nos permitirá revisar el nivel en el que podemos colocarnos.    

He aquí algunos rasgos:

  1. Si alguien se atreve a desafiarlos, pueden presentar alto nivel de rabia e inconformidad.
  2.     Son hipersensibles a la crítica.
  3.     Expertos en hacer sentir culpables a los demás.
  4.     Búsqueda recurrente de los errores de los demás.
  5.     Gusto constante por ser reconocido en cuanto a los logros obtenidos.
  6.     Necesidad continua de ser retroalimentado (y, principalmente, de escuchar sus fortalezas).
  7.     Dificultad para reconocer errores cometidos.
  8.     Se considera especial y único, con fantasías de éxito ilimitado.
  9.     Puede aprovecharse de los demás para alcanzar sus fines.
  10. Hipersensibilidad a todo aquello que interpretan como muestra de desdén: detectan constantes faltas de respeto hacia ellos.
  11. Disposición crónica para compartir su “sabiduría”.
  12. Discurso colmado de autoexposición: “yo hice, yo fui, yo logré”.

Probablemente, después de haber leído estos puntos, haya venido a tu mente alguien cercano a ti: tu jefe, tu par, tu colaborador, etcétera. Es cierto, tenemos que lidiar con las actitudes narcisistas de los demás. También implica un trabajo profundo de tu parte, porque deberás tocar con tu propia fragilidad y hacer las paces con el narcisista que mejor conoces…

Espejito, espejito,  dime ¿quién es el más narcisista?

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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