¿Somos realmente responsables?

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El asegurador

En varias ocasiones me he preguntado si realmente todos conocemos y entendemos el concepto de responsabilidad.  Para mí, es sorprendente descubrir que, aun cuando no   dominamos por completo el significado de dicha noción, nos jactamos de poseerla como  cualidad. 

He observado en diferentes ocasiones  que nos calificamos como “personas responsables y enfocadas en resultados”.  Pero, al mismo tiempo, me llama la atención que, cuando existe algún tipo de cuestionamiento por no haber alcanzado  ciertos objetivos, se tiende a responder que alguien más estuvo involucrado en este fracaso. Difícilmente se acepta la culpabilidad, cuando deberíamos percatarnos de que el binomio es así: si se es responsable, también es posible que uno sea  culpable.

Se suelen escuchar diferentes tipos de respuesta,   como: “Nadie me avisó”, “No me lo explicaron bien”, “Él no cumplió con su parte”, “Es imposible trabajar con esa persona”, “Me puso de malas…”.   

En el trabajo  se nos ha contratado  para lograr resultados y   cumplir determinados objetivos y metas. No obstante, al no lograrlo, observamos a nuestro alrededor para excusarnos y defendernos. Y esta actitud exculpatoria no sólo se refleja en el ambiente laboral, sino también  en la familia, en la comunidad, etcétera. 

Entonces  surge la duda de si realmente podemos considerarnos como personas responsables,  personas con capacidad para dar respuesta y, sobre todo, para hacerlo a pesar de las adversidades y,   lo más importante, asumiendo que nosotros somos los que debemos “tomar las riendas” de la situación.

Stephen Covey describe que las personas somos capaces de elegir la respuesta;  que no podemos justificarnos en aspectos externos por no haber logrado ciertos objetivos.

Y describe tres  trampas en las que podemos caer. Te pido que observes  si has caído en ellas.      

          Genética: esta trampa me encanta  porque escudándonos en ella podemos   echar la culpa a nuestros genes, a nuestros padres, etcétera.  Nada depende de nosotros. El fracaso, el vicio, las debilidades en general son  culpa total de la herencia…

o   Ejemplos:

  • “Yo soy mujeriego porque así somos los López”.
  • “Heredé el mal genio de la abuela”.

          Psicológica: esta trampa consiste en defender nuestra esencia a toda costa, creyendo que, al hacerlo, formaremos un escudo impenetrable y que de esta manera  nadie podrá influir en nosotros para cambiar. Incluso podemos considerar la educación de nuestros padres como factor que forjó dicha naturaleza.

o   Ejemplos:

  • “Yo soy así…”.
  • “A mí no me pidas que sea más expresivo;  sabes que no puedo; así me lo enseñaron mis padres”.
  • “Bien   dice el dicho:   genio y figura, hasta la sepultura”.   

Este tipo de respuestas  sólo denota una falta total de flexibilidad y la nula  intención de buscar una mejora o un acuerdo con la persona con quien estamos  interactuando.

Es cierto que la educación influye, pero no determina. ¿Por qué hay personas que a los 50 años siguen diciendo que ésa  es la forma en que las educaron sus papás? ¿Acaso el hombre no ha tomado decisiones sobre esa educación? ¿Sigue siendo “el niñito” educado por los papás? No. Simplemente es  una manera cómoda de continuar en la búsqueda de responsables.

          Ambiental: esta  trampa es maravillosa  porque no tenemos que excusarnos en los genes o en nuestra esencia. Aquí  es más fácil señalar al ambiente, lo que nos convierte entonces en títeres emocionales:

Y encontramos oraciones   como éstas:

  • “Estos días me deprimen”.
  • “Yo no era chismoso, pero desde que entré en  esta área me volví así…”.

¿Te suenan familiares estas excusas? ¿Cuántas veces hemos dicho este tipo de frases? Lo peor de todo es que,   al no ser conscientes de ellas, podemos caer en el hábito de mencionarlas y después creer realmente que muchas de las situaciones que nos ocurren dependen  de algo o de alguien más y que estamos totalmente inhabilitados para resolverlas.

Piénsalo así: ¿qué  pasaría si, a partir de hoy, te observas y comienzas  a modificar este tipo de frases? Creemos que nosotros controlamos el  lenguaje, pero lo cierto es que el lenguaje nos acaba controlando a nosotros.

Si quieres desarrollar la verdadera responsabilidad, simplemente empieza por pensar lo siguiente ante cada situación adversa que se te presente:   “¿Hay algo más que yo pueda hacer?”, “¿Puedo intentar algo diferente que no he hecho hasta ahora?”.

Un gerente me comentaba que se sentía muy desanimado porque a seis  meses de estar en un área nueva su jefe directo no le había dado “retroalimentación” sobre  sus resultados y no sabía realmente qué se esperaba de él.

¿Qué pasaba con este gerente? Estaba esperando a que alguien más tomara la iniciativa para buscarlo… ¿Qué pasaría si lo hiciera  al revés, es decir, si justamente él tomara la responsabilidad, se empoderara y buscara a su jefe? Hay un método infalible para este tipo de situaciones: ¡preguntar! ¿Para qué adivinar  si se puede preguntar?

Hay muchos momentos en la vida en los que creemos que lo que nos pasa  depende de alguien más. A partir de hoy aprende a decidir y a asumir,    y descarta de tu vida participar crónicamente en “el juego de la víctima”.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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