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El corazón del negocio

Vivir seguros
Por: Genuario Rojas

Por: Genuario Rojas

Como cada año, acudimos también a la Convención de Aseguradores de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), los días 9 y 10 de abril, un evento en el que este organismo eligió como eje del programa académico un lema que reza “Asegurando un mundo en transformación”.

El Asegurador reporta en este número lo expresado en la inauguración del evento y compartirá más detalles en su edición siguiente; nosotros nos quedamos con algunas reflexiones, que nos lleva a una pregunta: ¿Cuál es el corazón del negocio asegurador?

En principio, dicha pregunta parece ociosa, sobre todo en una etapa en la que la Inteligencia Artificial ocupa tanto espacio en el quehacer del sector seguros. No obstante, invito a los lectores a contestarla. Planteada a distintos asistentes a la convención, me sorprendió la serie de respuestas obtenida, que no cito para no inducir la suya.

No es que las contestaciones recibidas estén mal o sean cuestionables. Anote la suya y luego reflexione si es o no la adecuada, si parece o no la adecuada. Tal vez ayude un poco partiendo de lo que sucedería con el cuerpo físico de una persona si el corazón cesa de latir. En lo que hace al “cuerpo” asegurador hay algo que, si dejara de “latir”, lo haría inútil e innecesario.

“El corazón del negocio asegurador es el. riesgo”, dijeron dos de 10. No suena descabellado, por supuesto. Sin la presencia del riesgo el seguro carecería de sentido. Al margen de los valores que una institución del seguro añade a lo que en esencia lo sustenta, es el riesgo el que justifica la existencia de este mecanismo financiero.

En el proceso de administrar los riesgos generalmente llamados puros y no especulativos, el seguro es apenas una alternativa de financiamiento. El riesgo es, con mucho, lo que sustenta la participación de expertos en materia de probabilidad de ocurrencia. No ha sido en vano la preocupación por generar las estadísticas necesarias y suficientes.

Diríase que el sector asegurador es, por supuesto, el experto en administración de riesgos y que, por ello, el que mejor puede tasarlo. La tecnología, conforme evoluciona, lo obliga, sin embargo, a tejer más fino. Así que puede pensarse que el lema de la citada convención tiene sentido. Porque los riesgos están evolucionando y las consecuencias pueden ser sorprendentes.

Mas no todos creen que la sola inteligencia artificial sea la solución… Son muchos los que opinan que, sin el cultivo de la inteligencia natural, los esfuerzos pueden traducirse en resultados desastrosos. No son pocos los que dicen, asimismo, que no pueden canalizarse todos los recursos a la apuesta que significa la evolutiva tecnología, dejando de lado la importancia de diseñar y brindar soluciones a problemas muy comunes y cercanos.

No se interprete que hay un rechazo a las grandes posibilidades que ofrecen y pueden ofrecer los adelantos tecnológicos, porque, con toda certeza, éstos ayudarán a conocer más los básicos que llevan a diseñar productos acordes a las necesidades de un cliente que presenta riesgos que también están y estarán en evolución, y a manejar de mejor manera las empresas.

Se trata, igualmente, de que no se descuiden, por supuesto, los retos actuales, que son los que mantienen grandes brechas de aseguramiento en los distintos ámbitos en los que un seguro puede participar en beneficio de los usuarios y, por ende, de la sociedad. Búsquense indicadores en los distintos escenarios de riesgo y se podrá imaginar que la inteligencia artificial no bastará para reducir las brechas.

En búsqueda de lograr “seguros para todos”, la tecnología terminará ayudando, por supuesto, pero no como se quisiera si no se alinean voluntades y factores que hoy en día generan resultados estériles o insuficientes, lo que resalta la importancia de contar con asociaciones de compañías de seguros que cuenten con todo el respaldo de sus asociadas, lo que no siempre es fácil porque, por lo menos en México, hay algunas empresas que se afilian sólo porque sienten que hay que estarlo.

Por supuesto, si un sistema asegurador es considerado rico per se, las decisiones que se tomen con base en ello provocan que los intereses de la mutualidad se vean afectados. Todo esto se engloba, sin embargo, en la gestión integral de riesgos y van más allá de la inteligencia artificial y de la llamada administración de riesgos para efectos de seguros, por lo menos.

El corazón del negocio asegurador es, no obstante, el riesgo y su conocimiento es vital para transformar el seguro, lo que justifica, en gran medida, que se atiendan temas relacionados a la tecnología. Claro que se precisa entender el contexto y, como se dijo en una sesión de la convención de la AMIS, es una responsabilidad hacia adentro que los aseguradores deben asumir.

En otras palabras, la industria aseguradora, se puntualizó en la convención, no debe escudarse en excusas o culpabilizando a otros de su crecimiento, de su nivel de expansión, diríase, de su imagen ante la sociedad. 

Riesgos actuales y futuros demandan de los aseguradores ideas y acciones que, de un modo u otro, eliminen ideas que signifiquen una amenaza para la capacidad y fortaleza de un sector como es el de los seguros. Ya no caben, menos ahora, y menos mañana, los “colchones” usados en algunos ramos para tarificar y lograr dormir tranquilos a costa de los contratantes de seguros.

Siendo el riesgo el corazón del negocio, habrá que conocerlo más a fondo para poder estar en posibilidad de competir y sobrevivir y crecer en un mundo cada día más exigente.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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